jueves, 12 de febrero de 2009

> Todo tiempo pasado fue mejor

Puede que esté en la naturaleza humana el defraudar lo que queremos, más tarde o más temprano. Los hijos que un día nos abrazaban las piernas, en la adolescencia nos darán un portazo, y sólo haremos las paces con ellos cuando nos resignemos al fracaso de una relación ideal.

Las parejas se van gastando (un día no sabrás ni dónde está), las ideologías se parecen más unas a otras y a sí mismas. Uno se va deslizando por estos ejemplos y, sin saber cómo, se encuentra un día en la mesa de un asador organizando un conciliábulo por una mezquina causa. Hasta la vejez más amarillenta, cuando ya no tengamos ni tiempo ni fuerzas para nada, no nos pararemos a recordarnos en la forma que creíamos ser. Y esa será la última desesperanza que sufriremos, ya sin remedio.

Con la edad aumenta nuestro escepticismo al compás de nuestras decepciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario