sábado, 27 de agosto de 2011

> El concierto de Christina Aguilera

Leo en el periódico que un tipo (no merece otro nombre) va a pagar dos millones y medio de dólares para que Christina Aguilera le cante en concierto privado cuatro canciones. Dos millones y medio. Christina Aguilera. Cuatro canciones.

Este tipo, del que no sé el nombre ni quisiera saberlo por si algún día intento venderle un paquete de pañuelos en un semáforo, es español. Y por sus gustos musicales, hortera: un apellido muy extendido. Por si alguien practica la lectura rápida: dos millones y medio. Christina Aguilera. Cuatro canciones.

En las enciclopedias se dice que el hombre ha pisado la Luna. Siempre he mantenido que no, que la pisaron dos norteamericanos blancos. ¿Es el hombre un despilfarrador hortera, o es mérito exclusivo de este español? Como siempre, optimistas vs. pesimistas.

lunes, 22 de agosto de 2011

> La visita del Papa

Ya sé que su reino no es de este mundo, pero me resultó triste que ni tan siquiera pudiera evitar la tromba de agua que cayó a los congregados en Cuatro Vientos para verle. No digo yo que convirtiera la Coca-Cola en Vega Sicilia o que acabara con el paro, pero sí al menos el detalle de parar la tempestad hasta después del discurso.

Y el caso es que una palabra suya podría haber obrado milagros incluso mayores, porque escuchándole estaban Emilio Botín, Rodrigo Rato (Caja Madrid patrocina las camisetas de los voluntarios), la cúpula del PP a punto de pisar moqueta y el mismo Rey de España, todos fervientes católicos y seguidores de Jesús el pescador, que decía aquello del camello y el ojo de la aguja.

Miles de jóvenes y no tan jóvenes le escuchaban arrobados. Oían decir que a Jesucristo no se puede llegar solo, que hace falta seguir a la Iglesia. A este mensaje seguro que están acostumbrados, porque ya habrán leído las recomendaciones de Nintendo, Sony y Microsoft acerca de usar sólo software original. También oían decir que eran valientes por estar allí y que debían estar orgullosos de mostrarse católicos ante la sociedad: durante un tiempo fue meritorio ser católico, acosados en todo el mundo por un ambiente liberal y socialdemócrata. Pero ahora que es un signo de identidad de cierta clase media alta sólo tiene el atractivo del lustre y la utilidad del cofrade.

Ay, las sandalias del pescador y los mocasines de Prada.

sábado, 13 de agosto de 2011

> Colas

Está por nacer el poeta que haga de las colas un lugar literario. Larra ya hizo su parte con el “Vuelva usted mañana”, pero las colas son otra cosa, y no seré yo quien aborte ese largo recorrido poético.

Pero bajando del Parnaso a pie de calle, resulta que hoy he tenido la infausta necesidad de recoger un envío en una oficina de Correos. No pintaba nada bien que el gentío se divisara a una manzana de distancia. Había un aparatito de esos que dan número de orden como en las carnicerías, y me las prometía muy felices porque sólo faltaban veinte números para el mío (“jajaja, ¿qué harán aquí todos estos señores?”) hasta que me enteré que había que considerar no sólo el número, sino también la letra, con lo que en realidad me faltaban doscientas veinte posiciones para llegar ante el querido funcionario. Sí, ha leído bien: doscientas veinte.

Dos tristes empleadas despachaban a la muchedumbre, por lo que fueron dos horas y cuarto las que tardé en recoger mi carta certificada. En ese tiempo uno puede pensar mucho, pero no pensar bien de nadie. No se puede pensar bien de quien asigna los empleados a las oficinas, uno no puede pensar bien de quien dispone sólo tres asientos para tal multitud, uno no puede pensar bien de la madre del director de la oficina (la pobre…).

Un país con cinco millones de parados, y la gente haciendo cola hasta en los bares para pedir.

jueves, 4 de agosto de 2011

> Lo público



Antes era una bonita estación de trenes de provincia, con una gran fachada de hierro fundido de gusto decimonónico y una cafetería donde servían montaditos. Cuando llegó el AVE dijeron que la estación se había quedado pequeña, y la echaron abajo para dejar… casi el mismo número de andenes, ahora vacíos. Las tracerías de hierro fundido decoran la cuenta corriente de algún jerarca.

Ya no es una estación, sino un centro comercial con MediaMarkt, Burguer King y tiendas de telefonía móvil (lo bueno de estos sitios es que no importa dónde estés que nunca te sentirás fuera de lo que ya conoces). Si tu tren no sale al poco de llegar a la estación, echas en falta que no haya ningún banco público para sentarse y esperar. Ni uno, sólo franquicias en las que sentarse a consumir. Nadie ha protestado.

Muchos españoles, no la mayoría, piensan que los políticos son parte del problema, no de la solución. Los pesimistas pensamos que los políticos son un reflejo de la sociedad en la que surgen. Quisiera tener mejores noticias, pero la chapuza, el fraude, el amiguismo, el acomodamiento… no son rasgos exclusivos de nuestros torpes dirigentes, sino también de los que les sitúan allí y de los que no les exigen su dimisión una vez han acreditado su torpeza. Y de los que no protestan cuando no hay un asiento público gratuito en una estación de tren que además tiene el nombre de María Zambrano.