miércoles, 25 de septiembre de 2013

> No somos nadie, y en un blog menos

Una mujer está a punto de cruzar por el paso de peatones, pero parece que se arrepiente y enciende nerviosa un cigarrillo. Un coche para a su altura y arranca molesto cuando ve que no va a atravesar la calle. Es una mujer que entra en los cincuenta y viste ropa de rastrillo, de colores apagados y planos y formas holgadas. El conductor piensa que esa anodina mujer podría ser él. Ella parece adivinar su pensamiento cuando pasa el conductor a su lado y ve cómo se aleja.

Hay muchas personas que llevan una vida gris llena de rutina y pocas y torpes alegrías desde la perspectiva de un coche a punto de cruzar un paso de peatones, y lo saben.

martes, 3 de septiembre de 2013

> Mi teoría sobre Bárcenas

El caso Bárcenas ha seguido chirriando este verano (es el ‘ruido’ del que habla Rajoy). Las noticias no han estado de vacaciones, pero su naturaleza es fugacísima, y bastan un par de días sin estar conectado para que a la novedad de ayer la empuje al olvido la de hoy.

Por decirlo claro y sin circunloquios, que estamos en verano, creo que Rajoy debería dimitir. No sólo no ha dicho la verdad, sino que ha intentado no decir nada, ni tan siquiera a través de una pantalla de plasma sobre un pedestal. Y cuando habla, lo hace con SMS y a la persona equivocada. En un país razonable uno se va a su casa por mucho menos, y aquí deberíamos ir pensando en copiar lo bueno de los demás, empezando por el presidente del gobierno, que desde hace dos legislaturas se escribe con minúsculas.

Y el caso es que creo que Rajoy es inocente. Veamos, inocente en el sentido de que no pensaba que estaba delinquiendo, lo que no le quita culpabilidad. Vio normal los sobresueldos, llegó a apaños con sus pares y agradeció con una sonrisa las donaciones empresariales. Bueno, son cosas que se hacen y no pasa nada, como no pedir factura con IVA al fontanero.

Ahora que se ha empezado a destapar el asunto, se da cuenta de que es el presidente del gobierno y no puede admitirlo. Además, no es muy brillante ni valeroso, y él lo sabe. Trata de ocultarlo parche a parche; cuando puede niega y cuando no, calla. Y así estamos, no se va porque cree que es su obligación quedarse, cuando otros creen que justamente es la contraria.