jueves, 31 de julio de 2008

> ¿Cuándo trabaja Solbes?

Empezaré diciendo que a mí me cae bien y creo que hace buen papel de Ministro de Economía. Tiene apostura, sabe hablar y se permite ser irónico con elegancia cuando la ocasión lo requiere.

El caso es que sobre todo desde que empezó la actual crisis, pero también antes, a Solbes (¿Javier, Enrique, José María?: ¿alguien sabe su nombre de pila?) se le ve en interminables comparecencias en el Congreso, en reuniones de la Comunidad Europea, en emisoras de radio y televisión, conferencias patrocinadas por bancos… Súmenle a eso los tiempos de transporte (he ido a Luxemburgo con sólo una escala y tardé siete horas), las horas de sueño, las de comida (cierto que buena parte de su trabajo se hace ante un buen chuletón de Burgos), el tiempo inexcusable que pase con su familia… Además, seguro que tiene que revisar aunque sólo sea de vez en cuando sus movimientos bancarios, hacer pequeñas chapuzas domésticas que le encargue su mujer, asistir a las reuniones de la Asociación de Padres de Alumnos, comprar alguna corbata…

La pregunta es: ¿cuándo tiene tiempo Solbes de hacer su trabajo? Y éste no es escaso. Entre otras cosas que seguro se me escapan se me ocurren: memorizar y relacionar a diario cifras fundamentales, estadísticas y tendencias, analizar las peticiones de dinero de otros ministerios y rechazarlas sin ofender a nadie, marcar las directrices de los presupuestos, establecer los límites de la financiación autonómica…

No sé, no me lo explico cómo llega a todo. Otros ministros lo tienen más fácil. Miguel Sebastián por ejemplo en las siestas de un fin de semana se redacta en la tumbona junto a la piscina las 31 medidas de ahorro energético (“cada hombre, una bombilla”), y ya tiene tema de conversación para un par de semanas. Bibiana Aído, por su parte, puede abrir un diccionario por una página al azar y buscar inspiración en cualquier palabra que le salte a la vista. Carme Chacón no lo tiene tan fácil, porque al menos tiene que estar en su despacho recibiendo a generales y tenientes coroneles y diciéndoles un sí por cada tres noes.

Pero el caso es que no sé cómo tiene Solbes ese don de la ubicuidad (y seguro que de la insomnia). Y ahora me acabo de acordar que además de Ministro de Economía es Vicepresidente Segundo del Gobierno. No sé cómo llega a todo.

miércoles, 30 de julio de 2008

> Cambiar de vida

En una entrevista al escritor Alfredo Bryce Echenique éste dijo que a sus 54 años se planteó cambiar de vida y empezó compartiendo su residencia entre Lima y Barcelona. Eso está muy bien, pero no sé, no sé.

Con más de treinta años cambiar de vida no es fácil. Yo llevo intentando cambiar de vida desde los ocho años, por lo que tengo ya práctica, y aún no lo he conseguido. Seguro que usted también lo ha intentado varias veces, y ya me dirá cómo le ha ido. Cambiar de vida con el peso acumulado de tantos años cuesta su trabajo, porque uno tiene ya barriguita, se fatiga si tiene que correr más de diez metros, tiene cuñados, etc. Quizá sólo un suceso traumático tiene la fuerza suficiente para romper todos esos lazos y abrir el mañana a otra cosa diferente.

Y en el mejor de los casos de que se consiga, el problema puede estar a partir de ese momento, si ésa no era la vida que realmente soñábamos cuando teníamos otra.

martes, 29 de julio de 2008

> La autoridad

Releyendo un intento de autobiografía (permítaseme la inmodestia, sobre todo porque sé que no tengo nada interesante que contar de mi historia) encuentro una descripción de mi tío abuelo Vicente en la que se dice que todos le recordaban como muy autoritario. Fue el único que triunfó en los negocios, a diferencia del resto de los hermanos, que fueron funcionarios, simples tenderos o personas sin beneficio. Gracias a su carácter abrió una pequeña cadena de tiendas y pudo ocuparse económicamente del resto de la familia (en especial de mi abuelo, el hermano sin beneficio).

Se le recuerda por su éxito en los negocios y porque así consiguió acumular un capital, pero el hecho de que se le destaque el fuerte carácter me da a entender que no lo hizo por su inventiva o su suerte, sino a costa de otros. No conozco en detalle su vida, y puede por tanto que esté del todo equivocado, pero de la misma forma que hay un sobrino nieto que tiene una vida cómoda en parte debido a él, quizá haya otros sobrinos nietos de sus proveedores o sus empleados que tengan una vida más miserable o, simplemente, que no hayan llegado a tener una vida o la hayan perdido por el camino. La vida es una función de suma cero, y tener buena parte de la manta cuando uno tiene frío hace que otro coja una pulmonía si duerme a la intemperie.

lunes, 28 de julio de 2008

> Mal gusto

En la edición impresa de ayer del periódico “El País”, ocupando toda la página 35, hay una foto de un chico sentado de espaldas con un texto en la camiseta:

“Qué vacile cagarme en mis viejos así por escrito, públicamente (en un periódico de gran tirada que diría el viejo), cagarme en ellos desde el mismo diario que leen, llevo viéndoles leer este puto periódico desde que comencé a andar, qué gusto, qué flipe, qué gozada sobre todo que no no sepan que soy yo el que se caga en ellos, el que se va a cagar en ellos (si Dios quiere, que diría mi abuela) durante todo el mes de agosto, día a día porque no pienso hacer otra cosa, ya que me han obligado a venir a este pueblo de mierda.”


Puede (“puede” no: ¡seguro!) que me esté haciendo viejo, pero leer esto en la edición dominical de un periódico de gran tirada (como diría un viejo) me parece un ejemplo (más) de mal gusto. Parece que la intención del anuncio es avanzar la publicación de un “diario irreverente” por parte de un tal Carlos Cay en el suplemento diario de verano del periódico. Qué triste que el supuesto mérito de un texto se tenga que anunciar recurriendo a esta falta de respeto que crea mala escuela social y al recurso barato del “diario irreverente” de alguien que parece sólo puede destacar con la provocación del mal gusto.

viernes, 25 de julio de 2008

> Vacaciones

Desde la orilla uno observa a los bañistas despreocupados en la playa. Sin embargo, si alza la vista puede ver en las colinas cercanas los radares que vigilan perpetuamente el horizonte. Más allá, tras los apartamentos de primeras líneas de playa, giran monótonos los molinos de viento como girasoles inmóviles.

Algunos bañistas juegan a la pelota, otros se sientan en la arena de la orilla y se dejan acariciar los pies por las olas; pero seguro que entre ellos hay alguno que está tomando el sol después de haber obedecido órdenes. Y seguro que hay otro que vigila a un tercero para que un cuarto haga su trabajo para que todos puedan disfrutar del sol y las siempre merecidas vacaciones. Y lo peor, o lo mejor si estás junto a la orilla con los pies en remojo, es que este orden es el que debe ser para que todo sea así.

lunes, 21 de julio de 2008

> El sur

Hoy hemos estado en Barbate, ciudad con poco encanto. Está muy limpia gracias al viento que la barre, pero tiene una hermosa playa de arena fina. La calle principal se llama del Generalísimo. Mucha gente que parece desempleada espera en las aceras. Muchos niñatos sin camiseta. Muchísimos coches conducidos por jóvenes pasean arriba y abajo con las ventanillas bajadas y la música de discoteca atronando desde el interior. Jovencitas muy horteras, con prendas ajustadas, parecen buscar novio urgente. Comercios mediocres. Turismo de medio pelo y algún extranjero soñador que alquila un apartamento (cientos de carteles) en el paseo marítimo.

Y es una pena porque el entorno es muy evocador (vacas pastando en las marismas, el cabo de Trafalgar, la playa del Carmen, etc.). No le acompaña la población, que con su dejadez y pasividad están acabando con la ensoñación de la que vive este lugar.

martes, 15 de julio de 2008

> Fannie & Freddie

Parecen el nombre de una feliz pareja: empiezan y acaban por lo mismo, siempre van juntos a todas partes y se parecen mucho. Pero no son una pareja bien avenida. De hecho, no son ni pareja cuando conocemos sus apellidos, Fannie Mae y Freddie Mac. Con estos nombres y apellidos la imaginación vuela algo más y pensamos que la primera es apenas una niña rubia con coletas, vestida de tirolesa y dejando enfriar un pastel de manzana en el poyete de la ventana (si en el Tirol las ventanas tienen poyete, que no está claro). Freddie Mac, por el contrario, seguro que es un tipo desagradable, ya mayor, con un rostro turbio o acaso sin rostro ninguno por alguna venganza pasada. Freddie, apoyado por su apellido Mac, podría ser un asesino en serie de jovencitas en un campamento de verano del medio oeste.

Sin embargo son dos empresas norteamericanas semiprivadas que se dedican al negocio hipotecario, y parecen que son de las más grandes, aunque por sus nombres cruzados parezcan una broma. No conozco mucho de ellas, pero sus sedes se corresponden en algo con la descripción de más arriba. La de Fannie es un gran edificio estilo Walt Disney con grandes jardines y un gran letrero en la puerta; la de Freddie es mucho más austera y sobria, y podría esconder en sus sótanos algún secreto inconfesable.

El caso es que estas dos compañías están en apuros y demandan de las autoridades de EE.UU. que las ayuden a salir del bache de las hipotecas basura donde ellas mismas se han metido. De hecho esta petición empieza a ser muy corriente en las entidades financieras en apuros. Y la paradoja es que estas compañías, cuando las cosas iban bien, reclamaban la no injerencia de los poderes públicos en sus negocios y loaban la autoregulación del mercado. Pero ya se sabe que no lo hacen por ellas, sino para evitar males mayores a la economía del país.

lunes, 14 de julio de 2008

> Intereconomía

Hace años, cuando trabajaba en Madrid y gobernaba el PP, escuchaba con mucha frecuencia esta cadena de radio porque era la única que informaba continuamente sobre cotizaciones y asuntos económicos (después de leer lo que acabo de escribir me suena a disculpa). Era una cadena más, y no destacaba por su ideología ni por ningún otro asunto.

Desde hace unos meses, tienen una cadena de televisión que emite por TDT, pero el tono de sus comentarios es muy distinto. Siguen informando principalmente de economía, pero ¡ay! no desaprovechan la ocasión para ridiculizar al gobierno del PSOE: venden camisetas con la frase “Zapatero fue un error” (eso sí: tanto en blanco como en negro), su humorista de plantilla casi sólo imita al presidente del Gobierno, en los informativos nunca dejan la ocasión de comentar una noticia con una crítica directa, etc. Además, dada la ideología de la cadena, insertan anuncios producidos por ellos con un claro contenido ideológico pero con la excusa de provocar a la gente para que “se informe y sea libre”.

En el primer anuncio, con motivo del “día del orgullo gay”, muestran imágenes de personas vestidas estrafalariamente, pretendidos gays, que con voces estridentes cargan contra Rajoy y el Papa. La música de fondo del anuncio es desgradable, para acompañar la imagen que dan estos individuos. Unas frases sobreimpresionadas en pantalla se preguntan retóricamente si es estas personas son el ejemplo que queremos para nuestros hijos y si estos desfiles deben pagarse con fondos públicos como hace Gallardón en Madrid (?). Como casi todos los anuncios tiene trampa, porque muestran sólo un aspecto con la que pocos podrían sentirse identificados. Sin embargo, no se les ocurre mostrar a los descerebrados que en las manifestaciones gritaban “¡Asesino!” a Zapatero o al arzobispo de Sevilla acompañando a Franco bajo palio.

En el segundo anuncio, salen unas fotos de obreros construyendo rascacielos en Nueva York en los años veinte o trienta, suspendidos del vacío a alturas de vértigo. Una voz en off dice mientras tanto que a los españoles no les interesa la muerte digna, los homosexuales ni el aborto, y dirigiéndose a Zapatero le dicen que no ponga en peligro su sueldo a finales de mes. El problema está en que estos temas sí que les interesan a los españoles, especialmente a ellos. Lo que no les interesa, especialmente a ellos, es que se hable o se legisle, no vaya a ser que el resultado no sea de su agrado, como en el de los matrimonios homosexuales.

En el tercer anuncio, muy bien realizado, se jalea en clave irónica el “Divorcio Exprés” ya que permite casarse una y otra vez sin asumir ningún compromiso. Supongo que el guinista del anuncio olvida intencionadamente obviedades tales como la de que nadie está obligado a divorciarse, que nadie se divorcia por diversión sino por necesidad, que los que lo hacen (salvo en EE.UU., país al que se guardan muy mucho de criticar y donde el divorcio es muy accesible) no se vuelven a casar una y otra vez, y que los trámites cuantos menos sean mejor (de ahí lo de “Exprés”), que es lo que debería mantener una ideología pretendidamente “liberal”.

sábado, 12 de julio de 2008

> ZP

Podría empezar diciendo que Zapatero es un personaje de Chejov, lo que siempre queda bien en un artículo. Pero el caso es que no he leído nada de Chejov, y tampoco creo que sea Zapatero un personaje.

La primera vez que lo vi, en el congreso en que fue elegido, pensé que una persona tan brillante pero a la vez tan ingenua no podía salir como candidato, y no sólo salió sino que además fue elegido presidente del Gobierno. Desde entonces una campaña (por lo extenso y uniforme) de desprestigio desde la derecha se ha cebado en su imagen pública para hacernos creer que es incompetente, débil y volátil. Ante los primeros insultos en el Parlamento pensé que su reacción iba a ser airada, como correspondía, pero muy al contrario siguió su camino como si no hubiera escuchado nada. Desde entonces tengo un amargo sentimiento de simpatía hacia él. Lo de la amargura me viene porque considero que faltarle al respeto a Zapatero no es faltarle al respeto a una persona privada que lo pueda disculpar, sino que es faltarle al respeto a una institución, al Presidente del Gobierno de España elegido democráticamente por los ciudadanos. Y como no supo parar los pies a tiempo a las faltas de respeto, éstas aumentaron y se extendieron, debilitando la institución.

Después de algo más de cuatro años de gestión creo que Zapatero tiene notables virtudes, como la valentía (su contundente oposición a Chaves en la conferencia de Chile, nombramientos fuera de la tradición) o su firme convicción en el diálogo y en el avance social. Pero también le adornan otros rasgos que le afean, como la imagen de debilidad, la mala oratoria, la falta de calado económico y algunos nombramientos poco afortunados (singularmente Bibiana Aído).

Dependerá ya de cada cual decidir qué pesa más en su balanza para considerarlo buen o mal presidente, pero a la hora de las elecciones no sólo cuenta esta valoración sino más la de la alternativa.

viernes, 11 de julio de 2008

> Viajar

Me gusta viajar, o casi mejor debería decir que creo que me gustaba viajar, porque hace tiempo que no lo hago. Cuando viajaba, lo hacía a sitios remotos, sólo con la reserva del billete de avión y una mochila a la espalda, y la mayoría de las veces solo. Siempre me alojaba en hoteles baratos o albergues juveniles, y me gustaba utilizar transportes colectivos con sabor. Pese a que algunos países podrían calificarse de peligrosos, nunca tuve el más mínimo percance, y siempre la gente me trató bien y me ayudó cuando necedité su ayuda. Gracias a que cuando joven no tenía dinero para coger el autobús, desarrollé unas buenas piernas y una resistencia que me fueron muy provechosas para atravesar y conocer ciudades, desde Nueva York a Ammán pasando por Bogotá.

A los lugares donde iba hacía por comer de lo de allí, más que nada por una cuestión de presupuesto. Algunas veces hacía excepciones, como cuando en Kuala Lumpur no podía dejar pasar un McDonald’s de largo para rehidratarme con una cocacola de litro, o cuando en Shiraz uno se podía permitir el lujo de ir al mejor restaurante de la ciudad por el cambio favorable del dólar, pero siempre estos pecados los redimía de alguna forma (una diminuta y asfixiante habitación en Kao San Road, los chinches del albergue de Washington…).

Una noche en Pamukkale me senté en el tranco de una puerta a ver la gente pasar. Un vendedor de alfombras aburrido por el negocio se sentó a mi lado y me dijo el mejor piropo que recuerdo: “no pareces un turista”. Supongo que la vanidad es tan cara que con sólo esta frase amortizó todo el viaje.

Ahora no sé si podría viajar así. Aun dejando de lado las obligaciones familiares, me canso sólo de pensar en interminables caminatas por ciudades calurosas que se parecen cada vez más a otras ciudades calurosas en la otra cara del mundo.

jueves, 10 de julio de 2008

> Una casualidad

Hace un tiempo, comprando en una librería por internet, me pasó algo curioso. Buscaba libros del economista Clive Hamilton, así que lógicamente escribí “Hamilton”. Los resultados fueron muchos, y me fijé que había un autor de nombre Hugo que había escrito obras como “El proceso”, “El castillo”, “La metamorfosis”… Haciendo varias pruebas descubrí que era un lamentable error de la base de datos de la librería, que asignaba a Hugo Hamilton las obras de Franz Kafka, ya que aquel escritor irlandés nunca escribió nada con el título de una obra del escritor checo.

Quise conocer algo más de él. Su padre era un fanático nacionalista que le prohibía hablar inglés; en su presencia sólo se hablaba gaélico y alemán. Su madre, que era de esta última nacionalidad, parece que tenía ideas parejas a su marido, y le hacía llevar al pobre chico pantalones tradicionales alemanes –hosers- en plena Irlanda. Me imagino que debió ser una infancia dura. Pero el joven Hugo venció los impedimentos y se convirtió contra todo pronóstico en un importante escritor irlandés… en inglés.

Esta pequeña anécdota viene sólo al caso como ejemplo de que la casualidad no siempre hace que la tostada caiga por el lado de la mantequilla, sino que a veces un error informático te puede hacer descubrir una historia oculta e interesante.

> La botella casi vacía

Al principio de curso la profesora de mi hijo recomendó a los padres que éstos llevaran en la mochila una botella de agua para cuando tuvieran sed. Sin duda es una petición muy razonable, pero me pareció que significaba una cosa distinta del hecho de llevar una botella.

Cuando era niño, ni yo ni ninguno de mis compañeros llevábamos botellas de agua; si teníamos sed, nos esperábamos a la fuente del patio o bebíamos a morro de los grifos del baño. A ninguno se le ocurrió cargar con una botellita, aunque sí cargábamos con el tentempié de media mañana (un bocadillo, unas galletas). Hoy seguro que algunos padres no se sentirían cómodos de que sus hijos bebieran de un simple grifo de agua corriente, pero en cualquier caso deben darles botellas de agua para que sus hijos beban, porque en los patios ya no hay fuentes y además no queremos que nuestros hijos se sientan diferentes (quiero decir inferiores) del resto. Las botellas de Font Vella o Nestlé son las más recomendables, porque tienen artilugios en el tapón que las hacen de primera categoría; las más simples de Valtorre o Aguavida sólo son recomendables si quieres castigar a tu hijo con una humillación.

Podríamos hablar también de los pañuelos desechables o los aparcamientos, pero por seguir con el ejemplo del agua (un bien imprescindible), recuerdo que en casa cuando era pequeño se tomaba siempre agua del grifo, y en las tiendas de alimentación sólo había botellas de cristal de un litro de la marca Solares para circunstancias especiales. Hoy en casa bebemos siempre agua embotellada (en el vecindario se dice que la del ayuntamiento es mala para los riñones: aseguran que la tía de alguien murió por eso) y estamos pensando cambiar de supermercado porque al que vamos se le acaban demasiado rápido los palets de garrafas de 5 litros. También recuerdo que cuando alguien iba por la calle y tenía sed, podía pedir un vaso de agua en cualquier bar sólo con un poquito de vergüenza, y muy canalla debía ser el camarero para no darla. Hoy sólo me atrevo a pedirlo si previamente ya he hecho una consumición.

En fin, supongo que el agua escasea, tenemos que llevarla de casa y pagarla aparte. Es un alivio, porque por un momento pensé que lo que escaseaba era el sentido común de poder exigir un uso público de un recurso vital.

lunes, 7 de julio de 2008

> Para recordar al votar

Acabo de leer el “Manifiesto por la lengua común” promovido en fechas recientes por varios intelectuales españoles. Desde luego, simpatizo con las ideas que defiende y estoy de acuerdo con ellas, pero me parece que debería ser parte de un programa electoral y no una propuesta de ley.

Si en algunas comunidades autónomas bilingües se han aprobado reglamentos o leyes que según algunos restrigen los derechos de los castellanohablantes, deberíamos considerar que esas disposiciones habrán sido aprobadas por parlamentos elegidos democráticamente por sus respectivos ciudadanos y dentro de las competencias que les son propias. Y si éste no fuera el caso, hay instancias jurídicas ante las que hacer valer la legalidad.

Bien es cierto que puede haber leyes muy democráticas pero al mismo tiempo que lesionen los legítimos intereses o derechos de personas o colectivos. Esa lesión debe ir contra algún ordenamiento ya existente, por ejemplo la Constitución española, que también tiene una instancia jurisdiccional ante la que se pueden interponer recursos.

Sin embargo, parece que hay en el Manifiesto una intencionalidad oculta, porque pese a que en todo el texto se subraya la necesidad de hacer respetar la Constitución, se solicita expresamente “una normativa legal del rango adecuado (que en su caso puede exigir una modificación constitucional y de algunos estatutos autonómicos)”. Es decir, un cambio constitucional y de leyes orgánicas fundamentales (los estatutos de autonomía), que por lógica no creo que las autonomías afectadas votaran favorablemente porque les supondría una disminución de sus competencias (y los estatutos, como es lógico, deben ser aprobados por los ciudadanos respectivos). ¿Qué ocurriría si un estatuto modificado por una reforma constitucional a posteriori no fuera ratificado en su territorio de aplicación? Quizá tendríamos un problema aún mayor.

En suma, me parece un Manifiesto razonable, pero de poca utilidad práctica salvo para que los partidos que lo suscriben lo incluyan en sus programas electorales en las votaciones autonómicas. Suerte, que creo que la van a necesitar si lo hacen.

> El escote de Intereconomía

En la cadena de televisión Intereconomía (en realidad, creo que el comentario podría extenderse a casi todas, y digo casi, casi sólo por prudencia), salen muchas presentadoras anónimas que llevan los programas que ocupan la mayor parte del tiempo. Los programas mejores, los que tienen nombre propio, siempre están dirigidos por hombres, y cuando intervienen mujeres éstas anuncian toallas, son muy guapas y tienen una dicción mediocre. Hay algunas excepciones, y en esta cadena la excepción es un programa que anuncia una chica esbelta, de pelo largo y bruñido, con un escote generoso siempre en perspectiva de medio perfil para resaltar más su volumen. Por la postura forzada e inverosímil que adopta para presentarlo, sin duda ella es consciente de que sus atributos, bien aprovechados por el cámara, forman parte del interés del programa. Y eso que el programa no es ni mejor ni peor que cualquier otro de la cadena, sea presentado por hombres o por mujeres, por lo que su escote no sustituye otro interés más legítimo.

De vez en cuando, en esta misma cadena, emiten junto a los anuncios unas entradillas que muestran la ideología que promueven (se reconocen conservadores, están en contra del Gobierno y de Gallardón, Mariano Rajoy les parece tibio, etc). Pero parece que a la hora de mantener a la audiencia bien saben el valor de un escote en perspectiva de medio perfil.

sábado, 5 de julio de 2008

> El blog de Martín Varsavsky

Por casualidad, a través de una referencia en prensa, estuve ojeando el blog del emprendedor hispano-argentino Martín Varsavsky, fundador de Jazztel, Fon y otras empresas. Digo emprendedor y no empresario porque como él mismo manifestaba en una entrevista, le gusta más echar a andar un negocio que luego gestionarlo en el día a día.

Desde que accedí al blog lo he estado leyendo de vez en cuando, con una mezcla de admiración e indiferencia. Admiración (por no decir envidia) porque ¿a quién no le gustaría pasar en el mismo día de la moqueta de sus oficinas a la cubierta de su barco en Menorca? Sin duda es un hombre de éxito, con amigos influyentes en todo el mundo, que disfruta de la vida. Tiene charm y savoir faire, parece accesible a todos porque tiene también ese ápice de distanciamiento y de bronceado que lo hace deseado por mucha gente.

Pero también decía indiferencia. En su blog habla de cosas triviales (ha perdido un vuelo de conexión, le han puesto una multa por exceso de velocidad), pero si las escribe supongo que él considera que incluso esos hechos triviales (se encontró con un amigo a la salida del aeropuerto, su hija se ha apuntado a un grupo de baile) son interesantes para otras personas, lo que demuestra vanidad (ya que para mí son irrelevantes). Me pregunto por tanto qué es lo que lleva a una persona tan ocupada en realizarse a sí misma en tantas facetas (puede y quiere) y varias veces millonario a escribir un blog de tanto continente y tan poco contenido.

Hace unos días leí en la edición digital del periódico El Mundo que Martín Varsavsky iba a escribir otro blog en este periódico, aparte del suyo personal que actualiza a diario (http://spanish.martinvarsavsky.net).

viernes, 4 de julio de 2008

> Corderos

Hace unos días comimos con una pareja de amigos que nos contaron algo increíble pero por desgracia no sorprendente. Fueron al cine a ver una película y vieron que la imagen que proyectaban en la pantalla estaba cabeza abajo. Y así estuvo durante diez minutos. Pero lo increíble es que en la sala nadie dijo nada, todos miraban la escena al revés mientras comían palomitas de maíz y sorbían cocacola. Cuando mi amiga, indignada, exclamó cual sastrecillo valiente, “¡Está al revés!” otro espectador apostilló “¡Uy, es verdad!”. Mi amiga se levantó para hablar con el acomodador y al cabo rectificaron la proyección sin ni tan siquiera disculparse (y no volvieron a empezar, sino que continuaron).

Aunque parezca algo increíble y esperpéntico digo que por desgracia no me sorprendió, porque dado mi natural pesimismo creo que a la mayoría le basta un envoltorio bonito o socialmente reconfortante para no necesitar más (salvo palomitas y cocacola). Mucha gente no va a ver una película, sino que va al cine y una vez delante de los carteles de las varias salas decide con cuál se queda. En los toros un buen cartel no vaticina una salida por la puerta grande, pero en un multicine parece que un cartel es suficiente como para que te puedas tragar las imágenes al revés sin decir ni mú.