martes, 25 de noviembre de 2014

> Geografía

He estado en algunos países, hace años. Creo que los sorprendí justo antes de que todos se parecieran mucho más entre sí y viajar se convirtiera en algo sólo un poco menos anodino que ver cada mañana desde tu terraza otras cien iguales a la tuya.

Me pareció que cada país tenía una identidad propia, aunque sin duda en todas partes hay habitantes para todos los gustos. Por ejemplo, en Irán fueron extremadamente cordiales y sinceros; en Colombia, platónicos hasta lo indecible en la alta estima de la patria; en Israel, eficientes, soberbios y recelosos.

Con el transcurso de los años uno crea también una geografía de los sentimientos, no sólo por el carácter de cada territorio, sino sobre todo por nuestras querencias hacia ellos. Cómo olvidar el embarcadero de Mompox y el viaje en canoa por el Magdalena hasta Bucaramanga; o el sobrecogedor paisaje desde las alturas del Sonnenfjord; o las islas Phi-Phi en el mar de Andamán.

Los lugares de la ciudad, o los de la casa ya en venta donde pasaste tu adolescencia, también están impregnados de recuerdos: en aquella cama tan pequeña dormías, contra ese espejo te afeitaste por primera vez, ahí nos sentábamos toda la familia a comer. Por donde has pasado dejas un reguero de sentimientos. Con los años, vuelves sobre tus pasos buscándolos, porque eso es lo que queda, y ya resulta difícil crear otros nuevos con facilidad, cuando antes salían solos.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

> Me quiere, no me quiere

Se acerca el parto de los montes, eso de lo que se lleva hablando, debatiendo, desde hace un año: el 9-N en Cataluña.

Las posturas están claras desde un principio. Unos quieren votar sobre la independencia de Cataluña y otros dicen que no se puede votar tal cosa, que en todo caso correspondería a todos los españoles.

Para no enemistarme con nadie, o para hacerlo con todos, daré mi opinión al respecto: los dos tienen razón.

Por un lado, el respeto a la ley debe ser la guía de un estado moderno, y pocos cuestionan que la legalidad está de parte del gobierno español (otra cosa es que lo tachen de antidemocrático por no ceder la competencia del referéndum al gobierno catalán).

En la otra parte, creo que una comunidad debe tener el derecho de decidir sobre su futuro, optando libre y democráticamente por lo que considere mejor a sus intereses (incluso, y digo incluso, esa decisión sea moralmente cuestionable).

¿Cómo desatar este nudo gordiano? A día de hoy parece que el referéndum, si se hace, será la sombra de sí mismo. Salvo que alguien tenga un poco de imaginación, a poco se convocarán elecciones, que ganará ERC y que proclamará la independencia unilateral, a lo que responderá el gobierno suspendiendo la autonomía. ¿Y luego?

La frustración se combate con acción: hacer que la legalidad sea compatible con la oportunidad. Y que trabajen, que para eso cobran.