viernes, 22 de mayo de 2015

> Antes o después

Soy de los que piensan que no es más limpio el que más se lava, sino el que menos se ensucia. Con esa premisa entenderán que no entienda a aquellas personas que se duchan por la mañana al levantarse: ¿se han ensuciado mientras dormían?, si es para refrescarse ¿no es mejor primero haber sudado algo? Los que así se comportan, claro, suelen ser de los que no sudan (ya tienen otra excusa para no pringarse, están recién limpitos), sino de los que hacen sudar a los demás.

Y yo es que me ducho, saben, por la noche, después de sudar la jornada laboral, antes de cenar o de meterme en la cama. Como soy de los que sudan, disfruto con esos minutos últimos y apurados en la cama por la mañana, porque sé del valor de la transpiración, y no los cambio por una limpieza sobre limpio.

Otras personas, llamémosles así y no miremos a nadie, se ofuscan en su error, e incluso puede que aspiren a ducharse con agua caliente. Que cada cual se mire su ombligo, y actúe en consecuencia: dicho queda.

viernes, 8 de mayo de 2015

> La película

Muchas personas pierden la memoria en los últimos años de su vida, pero reconocen los afectos y las situaciones conocidas. He leído en varias ocasiones la recomendación de redactar unas páginas, ordenar unas fotos o grabar un vídeo con nuestros recuerdos más entrañables para que éstos no se pierdan junto con nuestra memoria.

También hay otra opción, útil aunque triste. Si nuestro sueño era conocer Australia y no lo hemos podido cumplir, redactar unas notas de viaje como si realmente hubiéramos estado allí; o comentar en un vídeo el trato agradable que nos dispensó Ferrán Adriá aunque nunca hayamos comido en El Bulli; o una algo abultada lista de amantes (antes de conocer a vuestra madre) que en realidad no pasaron de una fugaz mirada indiscreta.

Recordar con esta impostura todo lo que deseamos ser y no fuimos, todo lo que quisimos y no pudimos o no nos atrevimos... sería la constatación de un fracaso, quizá de habernos quedado a medio. Pero qué gloria a cambio de una verdad que no le importa a nadie y que no va más allá del felpudo de nuestra puerta.

¿Será como esas ensoñaciones que nos acurrucan antes de conciliar el sueño o después de sonar, por última vez, el despertador?