miércoles, 25 de diciembre de 2013

> “…and a happy new year”

Este año me ha tocado a mí ser el que diga que no me gusta la navidad (ya saben lo que pienso de las mayúsculas). No me gusta pisar un centro comercial y oír una y otra vez empalagosos villancicos; no me gusta que el banco, la compañía eléctrica y el barrendero que no se acuerdan de mí el resto del año me deseen prosperidad; no me gusta que la excusa sea el motivo ni el desamparo de las mañanas de navidad y año nuevo. El frío sólo me apetece para curar jamones.

Agradezco, eso sí, los puestos de castañas, buscar libros de regalo (lo siento) en librerías, las cenas de navidad y fin de año, esconder los paquetes, arrebujarme para huir del frío. Pero como soy un romántico, prefiero el verano.

Ya lo he dicho, no cuesta tanto.

lunes, 16 de diciembre de 2013

> ¿Era un funeral?

Aún recuerdo que, cuando niño, asistí al funeral de la abuela de un amigo y no podía contener la risa. No había nada gracioso en todo aquello, pero la misma seriedad del acto y los nervios de la primera vez me hacían ver cada acto risible.

El pasado día 10 no salía de mi asombro cuando escuchaba a los comentaristas de Radio Nacional de España retransmitir en directo el funeral de Nelson Mandela. No perdían ocasión de ver el lado gracioso de cada hecho, de cada circunstancia. Esa noche vi por televisión las auténticas noticias del acto, que nada tenían que ver con Mandela, sino con el saludo de Obama a Raúl Castro, la impostura del intérprete del lenguaje de signos, los ‘selfies’ y el presunto flirteo de Obama con la primera ministra danesa Helle Thorning. Y todos muy sonrientes y divertidos.

Pensaba que un funeral era un acto de reconocimiento para el difunto y no una excusa para relajarse con los compadres. Pero lo peor es que nadie parece haber reparado en esto.

martes, 10 de diciembre de 2013

> Cómo hacer limpieza en casa en un puente de diciembre con Mozart

Que me perdone Mozart, pero he escuchado tantas veces su Sinfonía número 25 que he pasado de admirarla a valorarla utilitariamente: la he puesto para hacer limpieza en casa. Primero porque me marca un estado de ánimo necesario para tales tareas, que nunca puede ser derrotista, y segundo porque me indica los tiempos para cada cosa.

En el primer movimiento los empujes largos de los violines me incitan a pasar la fregona; los cortos, a retirar el polvo de los estantes: el que empieza tiene ya la mitad del trabajo hecho. En el segundo movimiento, ya algo cansado por el frenesí del primero, toca contemplar lo hecho admirando los pizzicatti mientras se repasan las esquinas, lugares de frecuente discusión. Con el resuello recuperado, el tercero infunde ánimos redoblados para acabar, pero ya con seriedad barroca, entrando en un cuarto movimiento de transición hacia la copa de reserva de Somontano de 2007. Los cristales se quedan siempre para la Sinfonía número 40.

¡Ay, cómo está el servicio…!

miércoles, 4 de diciembre de 2013

> Uno de los nuestros

Hace unos días el gobierno valenciano cerró la televisión pública Canal 9 porque parece que no hay dinero para mantenerla. Cuando algunos trabajadores de la cadena supieron de estas intenciones hace un par de semanas, tuvieron un ataque de sinceridad: viéndose en el paro, dijeron que habían manipulado información para favorecer los intereses políticos del gobierno valenciano, dijeron que no habían sido ecuánimes en las informaciones, etc.

El ex ministro de economía Pedro Solbes ha presentado estos días un libro en el que reconoce sin pudor que no dijo toda la verdad sobre la crisis porque la proximidad de unas elecciones no es el momento idóneo para la honestidad. Ni los periodistas de Canal 9 ni el ex ministro dimitieron cuando debían, quizá por motivos distintos, pero por el mismo fin: mantener el puesto a costa de lo que sea.

Hace unas semanas Jordi Évole entrevistó al escritor Arturo Pérez Reverte. Se confesó pesimista, y adelantó que la ciudadanía quiere que pase la crisis… para volver a los desmanes anteriores que tanto les favorecieron.

Es otro apunte de por qué los casos de corrupción y pillaje no tienen un coste electoral (ni, de hecho, casi ningún coste): muchos son los beneficiarios de EREs, facturas falsas, IVA, subvenciones, contratos amañados… y el resto, que lo hay, “son buenas gentes que viven, / laboran, pasan y sueñan, / y en un día como tantos, / descansan bajo la tierra”. Pero antes, pagan las facturas de otros.