jueves, 28 de octubre de 2010

> Leire Pajín no, pero Javier León menos

El alcalde de Valladolid estrenó el nombramiento de la nueva ministra de sanidad aludiendo a sus “morritos” y a lo que le sugerían sus carnes y su apellido. Hasta en su partido le afearon el comentario y tuvo que pedir unas tibias y poco convincentes excusas.

A partir de ahí el PSOE se le echó encima y la ministra de cultura se negó a estrecharle la mano en un acto oficial. Esto viene al hilo de los comentarios de un columnista (Antonio Burgos) que no tiene empacho en decir desde el periódico ABC que la ahora ministra le recuerda a una actriz porno. Caspa y mala educación a raudales, una muestra más del bajísimo nivel de nuestros políticos (¿tales para cuales?).

Un efecto de estos insultos es que uno se ve obligado a ponerse del lado de quien no quisiera. A mí me parece que Leire Pajín no tiene méritos para se ministra, pero esto por desgracia se convierte en irrelevante en comparación con lo dicho más arriba… ¿Por qué la derecha española siempre acaba recordando a un sargento chusquero?

Decía la ministra de cultura para explicar su desplante a Javier León que esperaba que los vallisoletanos le negaran el voto al alcalde en las próximas elecciones: le va a dar el sol.

Ítem más: no sé si a la estela del alcalde, ahora el escritor Arturo Pérez-Reverte llama “perfecto mierda” al ex ministro de exteriores. Insultar y rascar, todo es empezar. ¡País!

lunes, 25 de octubre de 2010

> Viaje a Colombia y Ecuador, 1995 (IV)

Nos levantamos, cómo no, a las cinco. Tomamos el tinto (café solo azucarado) que nos ha preparado la señora de la residencia. Otro huésped, un viajante comercial colombiano, aseado como los chorros del oro, nos acompaña a la chalupa que está atracada en el embarcadero, un edificio de estilo antiguo, con espadaña, y que es blanco cada vez que lo encalan, porque al día siguiente vuelve a estar negro de mosquitos.

El viaje hasta El Banco es precioso, amaneciendo sobre el río Magdalena. Dura dos horas, y levanta a su paso una ola altísima; se detiene en cada aldehuela donde tiene que recoger o dejar gente. El viaje es por un valle infinito, de aguas muy tranquilas y plantaciones de banano. La llegada a El Banco es espectacular sin tener nada de grandiosa (a veces un cielo azul, un hermoso río y un embarcadero con sabor despiertan tales sentimientos). Desayunamos otra vez para calmar el runrún que nos produjo el tinto y cogemos a las diez un bus hacia Bucaramanga; en realidad nos llevan desde la terminal en jeep hasta otro embarcadero, cruzamos un riachuelo en canoa, y autobús hasta Aguachica. Gran parte del viaje transcurre por pistas de tierra mojada por las inundaciones de los últimos días. En Aguachica transbordamos a un autobús mejor hasta B/manga, ya en plena montaña. El ejército hace requisa dos veces; luego nos enteramos que un comando guerrillero de las FARC ha asesinado a una patrulla cerca de Bogotá (parece que su campamento clandestino estaba sólo a veinte minutos de la carretera). Llegamos a las cuatro de la tarde.

Por fin una gran ciudad con taxímetros más que razonables y una terminal de transportes a menos de tres kilómetros del centro. Hacemos caso de la guía de viajes que llevamos y cogemos habitación en el hostal Tamaná, con televisión en color y baño, y justo la mitad de precio que hasta ahora nos han cobrado. El barrio no es muy recomendable, más bien todo lo contrario, pero el hostal está bien. Al salir en dirección al centro, la gente nos mira como un gato a un canario. Paseamos por la calle principal, muy animada, y cenamos opíparamente; de postre, dos jugos de frutas exóticas (lulo y curuba). Para regresar al hostal vamos por otro camino, igual de poco recomendable, y al llegar la señora se disculpa por no habernos advertido de una mejor forma de acceso.

Carlos ha pasado una mala noche, pero yo he dormido como un bendito. Nos levantamos a las seis, pero remoloneamos y llegamos a la estación a las ocho. El desayuno consiste en jugo de naranja con huevos y un bollo. Embarcamos con la empresa Copetran a las nueve menos cuarto. Un vendedor de pulseras magnéticas -buenas para las coyunturas- explica de carretilla a los pasajeros las virtudes de su producto, con una gran educación y sin agobios mercantiles, pero con una charla llena de color y de giros lingüísticos que nos parecen muy exóticos y arcaicos. No estoy de mal humor pero no tengo ganas de hablar, a diferencia de Carlos. Me quedo todo el viaje a duermevela ya que en el bus ponen un vídeo que se autopromociona como "Una de las maravillas del séptimo arte", y se trata de un bodrio titulado "Nadie es perfecto", comedieta universitaria norteamericana.

El paisaje es montañoso, con zonas de selva. La carretera es estrecha y a veces mala, con curvas muy cerradas y empinadas. Nos paran dos controles del ejército y nos cachean; son bastante amables, y parece que lo hacen por cumplir, porque no hubieran encontrado nada aunque lo llevásemos.

Venden bolsas de hormigas culonas tostadas; dicen que están muy buenas, que saben a maíz, pero son tan evidentes que no me atrevo. Preferimos parar a comer el consabido plato de carne asada, ñame, patata y arroz. El autobús espera un tiempo indeterminado para que la gente coma, y cuando todos hemos terminado, arranca. Hay gran cantidad de buitres grandes, negros y malencarados (¿los gallinazos de las novelas de G.G. Márquez?): tienen un planear majestuoso, pero un volar apresurado y ridículo, por lo que pasan más tiempo en tierra reposando maquinaciones sin cuento.

El paisaje se vuelve cada vez más espléndido. Llegamos a Tunja a las cuatro de la tarde. Vamos en taxi al hotel "El Conquistador", que está de reformas. Buscamos en los alrededores y nos decidimos por el Dux, muy cerca de la plaza de Bolívar; sin pretensiones pero correcto para diez mil pesos, con habitaciones a un patio interior bien iluminado. Hace bastante frío en este pueblo. Lo de "pueblo" hay que rectificarlo, ya que a Carlos se le ocurrió decirlo en una farmacia y la dependienta se sintió ofendida.

Damos un paseo por este pueblo-ciudad con cuestas. Como todos, es de estilo colonial, aunque han construido edificios modernos junto a los otros y no queda muy vistoso. Me tomo un jugo muy rico de feijoa (parecido a la curuba, según nos dijo el camarero, lo que nos dejó como al comienzo sólo que con una palabra más) en un saloncito que debe ser el más in del lugar, por los colombianos de origen europeo que lo habitan. El pueblo tiene buen ambiente, pero frío. Cenamos un perro embadurnado con patatas fritas de sobre. Nos volvemos al hotel y el mozo que nos tiene que tomar los datos alucina con los pasaportes: pone tal cara que le decimos los datos que precisa antes que sufra una embolia cerebral. Sólo ha visto cédulas de identidad.

Los colombianos siempre están comiendo, a cualquier hora del día, lo que justifica que haya más chiringuitos que piedras. No comen fruta para finalizar, y empiezan con una sopa, y a continuación toman una bandeja en la que siempre hay arroz y plátano frito y carne o pollo. Carlos lo ve todo muy bien, maravilloso y sublime. Una pintada: "Yenni, aunque te cases te seguiré queriendo".

jueves, 21 de octubre de 2010

> Mourinho o El precio del carácter

A estas alturas nadie discute la valía profesional de Vicente del Bosque… después de ganar el Campeonato del Mundo. Del Real Madrid, sin embargo, lo echaron por su “perfil bajo”, e incluso ahora tampoco les cuadraría ese hablar tranquilo, esa somnolencia de sus ruedas de prensa.

Si a Mourinho le pagan lo que le pagan no es porque sea un entrenador con un olfato privilegiado y una técnica acrisolada. Le pagan lo que le pagan porque es joven, moderno y a fuerza de ser borde y distante acapara las secciones de deporte de los informativos con sus “no” rotundos y sus desplantes calculados y chulos. No es un entrenador, sino un gabinete de publicidad viral. Antes de que llegara al Real Madrid, el único entrenador con nombre propio era Pep Guardiola, una persona con criterio y técnica. Desde hace unos meses el entrenador portugués le ha destronado, y sólo esos minutos de televisión que le roba a los demás justifican su sueldo a juicio de los directivos que le han contratado.

Mourinho es un entrenador de hoy: le siguen los focos independientemente de lo que alumbren.

lunes, 18 de octubre de 2010

> Chi-chi-chi, le-le-le

Dejémonos elevar por algunas noticias. Qué ejemplo ha dado Chile al mundo de eficacia, liderazgo y patriotismo. Más que el rescate de unos mineros parecía un homenaje a la bandera chilena. Hemos visto por televisión un país enardecido con un objetivo común, una ejecución pronta y exitosa de los planes, una ausencia total de esa caspa tan frecuente en otros casos.

Hasta los mineros, después de más de dos meses de entierro, emergían de las profundidades de la tierra impolutos, peinados y afeitados, y se unían en abrazos con su familia y el presidente de la república… Pero a lo que voy: qué contraste cuando estos hechos coinciden en el tiempo con los abucheos a Zapatero en el desfile de la Fiesta Nacional. Tiene razón Esperanza Aguirre cuando dice que los silbidos van en el sueldo de los políticos (también en el de ella), pero durante el acto había momentos en que la educación debería haber superado la indignación. Al día siguiente la ministra Chacón dijo que se iba a reunir con otros grupos políticos para establecer un protocolo y evitar los abucheos. ¿Piensa Chacón celebrar el acto a puerta cerrada o amordazar a los asistentes?

Tanto ella como los cenutrios que no paraban de abuchear ni durante el homenaje a los caídos, con sus familiares allí presentes, deberían ser más oportunos, tomar ejemplo y, sobre todo, tener más educación, que es pensar en los demás.

¡Viva Chile, mierda!

jueves, 14 de octubre de 2010

> Viaje a Colombia y Ecuador, 1995 (III)

Nos levantamos de madrugada y cogemos un taxi para la remota terminal de transportes; a pesar de la hora hay bastante gente por la calle. El taxista no dice ni una palabra en todo el trayecto, se limita a pitar para adelantar a otros carros. Atravesamos barrios de casas de una sola planta, muy mal conservadas o que llevan años a medio hacer y que a veces funcionan como negocios con carteles como abarrotes o inyectología.

Desayunamos y compramos el periódico, que en Colombia siempre es un placer literario. El autobús a Mompós es una vieja chiva salvajemente decorada en la que nos acomodamos como podemos. El paisaje es muy verde, no boscoso sino de matorral y prado llano, con apenas una pequeña serranía entre medias. Apenas se ven granjas. Sufrimos dos controles del ejército, en los que registran a todos los varones de cara al autobús. Nosotros, que como corderitos estamos esperando órdenes más concretas que colmen la falta de práctica, somos invisibles: no nos miran ni el pasaporte. A las mujeres no les abren ni el bolso.

El barco desde Magangué se demora hasta la una, aunque el bus llega a las doce. Pasamos el rato en un cañizo de bebidas conversando con una señora mayor, analfabeta, que acompañaba a su hija mala de los nervios, y que con toda elegancia dejó callada a una señora encopetada que llamó loca a su hija ante un arrebato de ésta. El barco no salió a la hora programada hasta que arreglaron una avería, a las dos y cuarto. La gente no se ponía nerviosa ni se impacientaba, lucían resignación. Cuando por fin partió el barco, tras varios bostezos fallidos, la señora del autobús me dijo: - Se ha arreglado porque le he estado rezando a Dios Todopoderoso el salmo 121, y Dios lo puede todo. Una de las primeras cosas que hice al regresar a España fue leer el salmo 121.

Nada más salir del embarcadero los pasajeros empezaron a pedir la comida en un puesto del barco. Nosotros hicimos lo propio, al principio con cierto escrúpulo, pero enseguida con apetito: arroz con pollo y ñame (tubérculo blanco parecido a la patata, alargado, soso y algo fibroso). También había gente que pedía arroz aderezado y hervido dentro de una gran hoja. El trayecto por el río es de gran belleza, un horizonte infinito y azulísimo, muy llano, con varios brazos de agua. Ésta baja a gran velocidad, pero sin violencia. El barco tampoco desmerece el paisaje ya que parece de esos que aún estaban en funcionamiento en Europa a principios de siglo. Es un pontón fluvial con plataforma para vehículos, de color amarillo y negro que luce el nombre local y arcaico del pueblo al que nos dirigimos: Mompox.

Hoy no estoy demasiado conversador. Siento menos el calor sofocante porque me ha dado el aire del autobús durante todo el trayecto. En el barco un grupo de argentinos disfruta de aire acondicionado de su furgoneta y descorchan botellas de cava Freixenet. Llegamos en cuarenta y cinco minutos a Bodega, y el bus sale del barco emprendiendo una frenética carrera hacia Mompós para recuperar el tiempo. Carlos habla durante el trayecto con la señora: le mataron a un hijo en una revuelta con la policía en Bogotá; puso una demanda contra el Estado y ganó una pequeña indemnización. Su hijo era periodista y había escrito un libro sobre torturas y asesinatos en Colombia. Se nos ofreció a acompañarnos a un alojamiento, pero ella, su hija y su nieta se bajaron bastante lejos del centro, y nos pareció más prudente continuar. No creo que influyera su pregunta: - Sois españoles, pero ¿entendéis bien el español?

Mompós me pareció inusualmente extenso, con las típicas casas bajas de aire colonial, blanqueadas cada año para disimular la decadencia que embarga al pueblo. Una señora que es guía turístico en Cartagena y que conocemos al bajar del bus nos acompaña a la Residencia Aurora. Es éste un alojamiento sencillo pero limpio, en una antigua casa de vigas altas y patio andaluz, atendido por una señora que, como el pueblo, debió vivir mejores momentos; por la noche se reúnen en el amplio soportal a jugar al bingo presididos por un repertorio nutrido de santos y vírgenes. Un lugar muy conveniente, incluso dentro del tradicional precio de dieciséis mil pesos. Complementa sus ingresos con la venta de filigranas de plata local a sus huéspedes, sin perder la dignidad, como mostrándolas en un museo a la espera de una oferta que en nuestro caso ella se vio obligada a adelantar.

Nos aseamos y salimos a ver algo. El calor es sofocante, y sudamos mucho. Es un pueblo fantasmal en fiestas: la gente baila por las calles, monta a caballo, bebe, procesiona gigantes y cabezudos... No recuerdo haber visto un pueblo de estas dimensiones y tan sumido a la vez en el letargo y en las fiestas. Si García Márquez se inspiró aquí para Cien años de soledad no pudo encontrar mejor escenario ¿De qué vive esta gente?

Aunque apenas hemos visto nada, decidimos irnos mañana por la mañana. Estamos muy cansados, sudados y atemorizados de tener que pasar aquí el fin de semana entre alguna bandada de mosquitos. Fue una decisión que lamenté hondamente el resto del viaje, pero a veces el cuerpo vence al espíritu en los momentos más inoportunos.

lunes, 11 de octubre de 2010

> Como soy pesimista invierto en Telefónica

Yo pensaba que era un tipo raro, pero un blog amigo me hizo caer del ciruelo y comprobar que soy como casi todos. Hay pocos clientes satisfechos de Telefónica, pero hay muchos que tienen en cartera sus acciones. Telefónica no vive de las comunicaciones, sino de la inercia: la de millones de clientes que pese a sus precios y a su pésima atención al cliente no se cambian a otro operador mejor (¿existe?, sí).

Soy pesimista, como saben, y el hecho de que una empresa viva de la pereza de sus clientes y tenga importantes beneficios por ello, me hace reafirmarme en mis creencias atávicas. Es más: como soy pesimista no vendo las acciones de Telefónica. La pereza y la desidia van a continuar al ritmo del incremento de los flujos de caja de la operadora. ¡Arde Roma!

jueves, 7 de octubre de 2010

> “Trini no puede”

Como soy pesimista observo con incredulidad la victoria de Tomás Gómez sobre Trinidad Jiménez en las primarias del PSOE para elegir candidato a presidente de la Comunidad de Madrid. La ministra de Sanidad me cae bien y me parece eficaz, lo que teniendo en cuenta la media del gobierno, es ya todo un halago. Tomás Gómez, sin embargo, me cae mejor, y no sólo por haberse sabido colocar como el adalid de la democracia de los afiliados frente al ‘aparato’ de Ferraz, sino porque además es listo y un poco maquiavélico con esa mirada lagartuna, condición indispensable si uno quiere hacer algo con la política, aparte el medro del ego personal.

Tomás Gómez desafió al presidente del gobierno y a José Blanco (o al revés), y ha salido ganador. Trinidad Jiménez, Trini para los electores, ha sido una paracaidista abatida antes de llegar al suelo. El señor Gómez sabe que no se pueden ganar todas las batallas, y ahora tiende puentes verbales de integración y halagos a los adversarios. Quizá espera otra oportunidad si supera la primera prueba ganando a Esperanza Aguirre. Tarea difícil, porque es una maestra y lucha bien en las distancias cortas, y además dice muchas cosas que los demás quieren oír.

Por cierto, ¿recuerdan al alcalde socialista de Getafe, Pedro Castro, que dijo que él estaba con su amigo Tomás y que quien quisiera meter el brazo entre ambos iba a sacar un muñón? Parece que alguien le llamó por teléfono y a los dos días estaba haciéndose la foto con Trini. Donde dije “digo”, quise decir “Diego”. Ay, es que hay que ser pesimistas.

lunes, 4 de octubre de 2010

> Pediasure

Con el inicio del curso escolar aparecen en nuestros televisores anuncios para hacernos la vida más fácil a cambio de aligerarnos el bolsillo o de crear otros problemas ahora o en el futuro, pasando hoy por caja.

Cada vez que veo el anuncio de Pediasure me siento atraído por su maldad y repelido por su supuesta bondad. Se ve a una madre sola (el padre no aparece por ningún lado) resignadamente desesperada porque su hijo no come. Confiesa que le da cualquier cosa (¡una hamburguesa!) para que coma algo y que la alimentación les separa en su relación. Menos mal que está Pediasure, un batido con todo lo que una buena madre escucha que le debe dar a su hijo por 15 euros los 400 gramos. Desde que se lo da las caras de preocupación se tornan risas y arrumacos, e hijo y madre confirman su necesidad cuando el niño crece y deja pequeñas las sábanas.

Antes corrían rumores de malas madres que mojaban las tetinas de los biberones con sustancias estupefacientes. Esto es lo mismo, señora, con la única ventaja de que usted puede presumir de buena madre entre otras como usted. Hay niños que comen mejor y otros peor, pero ninguno, teniendo comida, se muere de hambre ni sufre raquitismo si no se le dan sustitutos. Pediasure no es para su hijo, es para la neurosis de la madre pasando por la cuenta de resultados de los laboratorios Abbot. Es para que usted no se estrese diciendo mil veces “niño, come”, lo más repetido desde el australopiteco Lucy. Y lo más efectivo, habida cuenta de que estamos aquí.