miércoles, 24 de julio de 2013

> Expañoles por el mundo

Otra forma de ver cómo viven los de un país es acercarse a un centro comercial. El comercio es una actividad profundamente humana, pero la compra en tiendas pequeñas restringe las oportunidades, sobre todo si se ignora la lengua.

Una tarde me acerqué a un Carrefour de un pueblo llamado Pithiviers, a hora y media al sur de París. Para que se hagan una idea, es como decir Cuenca en tamaño y localización. El supermercado publica en grandes paneles unas detalladas estadísticas de reciclaje de envases, y pone a disposición de los clientes unos lectores portátiles que te permiten saber cuánto llevas gastado en el carrito para no tener sorpresas.

Fui a comprar fruta, y aunque la española era bastante más barata que la nacional, era la que menos se consumía, mientras que aquí un producto francés, alemán, inglés o italiano es reputado mejor que el propio. Como tenía problemas en utilizar la balanza para pesar unas nectarinas, una clienta me ayudó sin dilación y con una sonrisa.

También quise comprar pescado, y el pescadero resultó ser un amable gallego que compartía piso con un murciano, de la sección de panadería. Me explicó con detenimiento cómo abrir unas ostras de Oleron, y además me llevé la mejor merluza que he comido en la vida.

Francia es un país cómodo y amable. A veces algo raro, sí, y a veces también con esa irreductibilidad de aldea gala que tanto irrita a los extranjeros cabezones. Menos mal que aquí, si se estudia un idioma, suele ser el inglés y no el francés; de no ser así, España estaría muy despoblada, siguiendo los pasos del gallego y del murciano ahora asentados en Pithiviers.

jueves, 18 de julio de 2013

> La dure réalité

Lo malo del placer es la resaca. He vuelto de unas vacaciones en Francia y todo lo que veo ahora me parece chato y maldispuesto. Adiós a la hierba cortada en los arcenes, a las áreas de descanso, a pueblitos diminutos con biblioteca, a la cortesía en los lugares públicos y, en fin, a esa vergüenza de mantener las casas y los jardines públicos y privados en perfecto estado de revista. Así es imposible no ser chauvinista, salvo que uno tenga incontinencia urinaria o le guste el buen pan.

Para facilitarme el sosiego y no tener que escribir un blog yo debí haber nacido francés, pero no pudo ser. Así que tengo que conformarme con Bárcenas, la tasa de paro, Cospedal, e irme corriendo a comprar unas flores para el jardín.