martes, 30 de marzo de 2010

> No es su país

Hace unos días fui a la comisaría de policía de un pueblo de Huelva. Allí se expiden DNI y pasaportes, por lo que acude gente de toda clase y condición. En la sala de espera había un padre con su hijo; eran españoles de origen marroquí. En la sala de espera había un padre con su hijo; eran de raza gitana. El policía de la puerta dijo sin el menor rubor ni recato: “¡Qué peste echan los moros y los gitanos!”. Este comentario iba dirigido a otros dos policías que estaban con él, pero lo pudo escuchar toda la sala de espera. Los compañeros policías lo escucharon con naturalidad y asintieron; en la sala de espera nadie dijo nada.

Hace unos días fui a cortarme el pelo en una barbería de Málaga. Había un padre de origen sudamericano con su hijo esperando a que les llegara el turno. Un niñato de veinte años hablaba con el peluquero de los “sudacas hijosdeputa”. El peluquero le recriminó por “hijosdeputa”, que hay niños aquí, pero no por referirse de esa forma a uno de sus clientes y a su hijo.

Pienso en qué cuerpo se le quedará a ese hijo de marroquí, a ese hijo de gitano, a ese hijo de sudamericano cuando ven que están en un país en el que imbéciles impunes se permiten insultar a sus padres y no pasa nada. A lo mejor pensaban ingenuamente que estaban en su país, que eran tan españoles como los demás. Pero no: ni son de aquí aunque hayan nacido y se hayan criado ni son de allá. ¿Qué harán de sus vidas en el futuro? ¿Respetarán a los policías o a los peluqueros? ¿Te respetarán a ti si está en su mano hacerlo?

Muchos españoles tildaron de estúpida a Victoria Beckham cuando dijo que no le gustaba España y que los españoles olíamos a ajo. No hace tanto, pero parece que ya está olvidado, a los españoles se les miraba con recelo en Francia, Alemania o EE.UU.

Por mucho desodorante que ahora nos podamos echar, qué mal seguimos oliendo algunos (¿muchos?) españoles.

sábado, 27 de marzo de 2010

< Con palabras: El leñador



El leñador sólo ve madera en el bosque: ¿qué ve usted aquí?

Oñate, Guipúzcoa.

miércoles, 24 de marzo de 2010

> That’s all folks

Cuando después del colegio y del pan con chocolate veía un rato la televisión en blanco y negro, lo que más me entristecía no era apagar la tele, sino la frase con la que terminaban los dibujos animados de la Warner: “¡Esto es todo, amigos!”.

Después de algunos artículos melancólicos no podía dejar de recordar esta frase. Tanta lluvia este invierno no puede traer pensamientos alegres. Esto viene a cuento del ‘ubi sunt’, qué de la vida merece tanto la pena, aparte la vida misma. Hay que rellenarla con algo, y si es grato mejor, pero en el último momento qué consideraremos lo importante, qué ha merecido la pena, qué nos justifica.

En 1989 falleció Mel Blanc. Posiblemente nadie lo recuerde por su nombre, pero en una humorada del doble sentido dejó dicho que grabaran en su lápida el título de este artículo al que él dio la voz original en la versión norteamericana. A eso me refiero.

domingo, 21 de marzo de 2010

> Viaje al País Vasco

Hace unos días fui de visita al País Vasco. El contraste es evidente, y a mí los contrastes me ponen muy triste porque siempre me veo en la parte menos favorecida.

Ha sido un déjà vu de cuando en tiempos pasaba la frontera de Port Bou a Cerbere y entraba en ese mundo tan diáfano que era Francia. En el País Vasco de hoy y tras muchos años de gobierno nacionalista lo que pude ver en una semana no podía estar más limpio y cuidado, no podía dar mejor la imagen de una sociedad bien organizada. Sí, sé que además está el Problema, pero al menos para el visitante el Problema se reduce ahora a la decoración interior de las puertas de los urinarios y a algunas pancartas normalizadas tamaño A3 en algunos balcones.

Las personas, amables; los oficios, esmerados. Al atardecer mucha gente se echa a las calles a hacer ejercicio. Hablan en vasco salvo algunos en las capitales, pero te hablan en castellano en cuanto ven que no eres de allí. Se desviven por los niños (hay pocos). En fin, que parecía la Francia de mi juventud, ay: qué diferencia de Burgos a Álava.

Una tarde heladora en Vitoria me crucé por la calle con el presidente Patxi López. Volvía del Parlamento paseando por el parque como si tal cosa, hablando por el móvil, aunque rodeado de seis guardaespaldas que intentaban parecer otros viandantes casuales. Lo que parecía su coche oficial estaba aparcado sin vigilancia evidente cerca de Ajura Enea. Parecía la normalidad de Downing Street (que también tiene sus peros).

Ay, qué contraste.

jueves, 18 de marzo de 2010

> Taurinos y antitaurinos

Empezando por el final digo que no me gusta el toreo, pero defiendo las corridas aunque piense que la razón está de parte de los antitaurinos.

He oído las posturas enfrentadas de unos y otros y sí, la vida se desarrolla en un espacio injusto. La bestia sufre y no va por su voluntad a la plaza, pero ¿va la perdiz por su deseo al ojeo?, ¿no sufre la vaca en el matadero?, ¿no chillan los conejos cuando les cortas el cuello?, ¿no se ahogan y boquean los peces cuando los sacamos del agua?, ¿no les robamos a las gallinas su descendencia para comérnoslos con una pizca de sal después de hervir durante un Credo?, ¿no sufren el peso del jinete los caballos?, ¿no se retuercen los mejillones en el agua hirviendo? Y todo este sufrimiento por el pretendido placer del disparo, por unos boquerones en vinagre o por un arroz con conejo, etc. Pues prohibámoslo todo para ser correctos y racionales, o busquemos un punto de grado: tampoco estaría yo satisfecho si un vecino apaleara impunemente a un perro hasta la muerte. Pero desde luego una corrida no es un apaleamiento. O no sólo.

Es injusto, pero como soy un ser humano me conformaría con que todas esas agonías no las sufrieran las personas a manos de otras personas: eso ya sería un gran avance para el reino animal al que pertenecemos, pero del que queremos salirnos por arriba o por abajo.

lunes, 15 de marzo de 2010

< Con palabras: Torturas por 9 euros

Por común no deja de ser escalofriante: en Carrefour venden a nueve euros (¡sólo a nueve!) marisco vivo de todo género. Hay bogavantes, langostas, ostras, nécoras, cañaíllas. Todos están sobre una mesa de hielo, aunque ellos no viven en ese ambiente y supongo que les resultará tan incómodo como a ustedes o a mí estar tumbados sobre la cama fría de aluminio de una morgue. De vez en cuando, unos aspersores rocían agua helada sobre sus cuerpos para que con su sufrimiento parezcan más frescos.

Aquellos que andan, tienen las patas trabadas. Aquellos que tienen pinzas, las tienen inutilizadas. Un gentío a su alrededor acerca sus gafas a los caparazones y saca número para la cola.

Estas ofertas de nueve euros suelen ser los sábados, por lo que la gente no madruga y esta tortura se puede prolongar largas horas de la mañana y de la tarde. Su destino es que la pescadera los coja por el colodrillo, los meta en una bolsa y pasen en un instante del hielo del hipermercado al agua hirviendo de la cocina. Durante doce minutos, en el caso de las langostas, para que queden tiernas. Qué rica que estaba.

viernes, 12 de marzo de 2010

> Adiós a las palomas mensajeras

El BOE (Boletín Oficial del Estado) tiene una mala fama inmerecida. Se le acusa de ser aburrido y frío, amén de otros pecados ciertos. Sin embargo en raras ocasiones una publicación es seguida con tanto entusiasmo, atención y emoción por sus lectores: piénsese en los que preparan oposiciones y buscan todos los días, bien de mañana, la convocatoria de plazas; o en los que ya han hecho los exámenes y tiemblan como enamorados por ver los resultados; o los que esperan un concurso de traslados para volver a su ciudad y dejar el piso de alquiler; o el gestor que espera impaciente su nombramiento; o el caído en desgracia que, ¡ay!, espera el golpe fatal del rayo.

El pasado día ocho de marzo el BOE publicó un sentimental adiós a las palomas mensajeras. Hasta ahora, los registros y autorizaciones referidas a esta actividad dependían del Ministerio de Defensa por razones de seguridad nacional. A partir de esta fecha, y según dice la publicación oficial, la racionalización del gasto y las nuevas tecnologías hacen que el Ministerio renuncie a estas prerrogativas que merman sus recursos. Las palomas mensajeras vuelan libres por la crisis y los procesadores.

No sé usted, pero yo me siento más bien triste: las comunicaciones por satélite no emocionan tanto como tener una paloma entre las manos y confiar en su destreza para que lleve un esperanzado mensaje a kilómetros de distancia.

¿Qué habrá sentido, if any, la ministra Chacón al firmar este decreto?


Referencia:
http://www.boe.es/boe/dias/2010/03/08/pdfs/BOE-A-2010-3746.pdf

martes, 9 de marzo de 2010

< Con palabras: Quién necesita la ficción

Aquellas personas escépticas pueden consultar Google Maps y confirmar que la calle Séptimo Miau existe y arranca de El Corte Inglés Bahía de Málaga. Lo que ya no podrán confirmar ni con Google Earth es que en esa calle hay un paso de peatones: tendrán que fiarse de mí y de la foto (¿de quién más?).

El Excelentísimo Ayuntamiento de Málaga ha colocado en medio de ese paso de peatones una jardinera de madera. Lleva meses, sino años, allí, estorbando el paso. Si fuera algo más liviana, ya se habría solventado el caso por mano de cualquier vecino, así que en esto del peso el Ayuntamiento sí que ha estado ocurrente.

En lo que patina, sin embargo, es en la reflexión de colocar una jardinera aislada, descentrada, en un lugar tan poco vistoso y tan inconveniente. También raya el hecho de que se hayan molestado con nuestros impuestos en poner una jardinera de madera creosotada, y la hayan llenado de rica tierra. Pero en el ínterin debió cambiar el equipo de gobierno y no plantaron nada, con lo que la jardinera ha desarrollado una vegetación autóctona que no creo estuviera en la mente ni en la intención del arquitecto primigenio.

Pero lo más curioso del caso es que no se trata sólo ni simplemente de una jardinera de madera en un sitio inconveniente. Pensemos por qué la jardinera es un epifenómeno.

sábado, 6 de marzo de 2010

> Diapositivas

Cuando era más joven dedicaba las vacaciones a viajar de mochilero por el estrecho mundo. Llevaba una cámara de fotos e hice varias miles de diapositivas de los lugares por los que fui. Curiosamente nunca tuve proyector.

Ahora, años después, me he encontrado dos cajas llenas de diapositivas que hacía tiempo guardé para nunca más sacar, aunque me he propuesto volverlas a la vida. He comprado un escáner de diapositivas y paciente me he dedicado a la tarea.

No todos los tiempos pasados fueron mejores, al menos para los encuadres: ¿cómo pude hacer esas fotos tan anodinas, cómo esos contraluces? Eso ya no lo puedo cambiar pero ¿por qué me tomo la molestia de escanearlas si la mayoría no merecen la pena? Supongo que porque alguna vez las quise, como Neruda.

La naturaleza está bien dotada. En la vejez llega un momento que sólo nos apetece dormir y que pasen los días sin pena ni gloria. Luego estamos ya cansados de la rutina y de los pequeños o grandes inconvenientes de la edad y de la situación, y entonces ya nos da igual y nos vamos en quince días. Todo esto ocurre después de abrir un armario y encontrarnos una caja de galletas llena de fotos antiguas, de paisajes y personas que ya no están y que pensamos que nos esperan al otro lado. Y a lo peor ni tan siquiera nunca tuvimos cámara.

miércoles, 3 de marzo de 2010

> Actores

En “Ese oscuro objeto del deseo” Luis Buñuel emplea a dos actrices (Carole Bouquet y Ángela Molina) para el mismo papel, el de Conchita. No es que una u otra sean la misma persona a diferentes edades, como en otras muchas películas, sino que salen indistintamente según la escena.

Ese recurso de realización no sólo es afortunado y original, sino evocador. Nadie es quizá alguien, sino muchas personas a la vez, dependiendo de con quién estemos. Para nuestra madre somos siempre niños y respondemos “sí, mamá” como cuando teníamos siete años y nos decían que nos laváramos las manos antes de comer; para nuestros empleados somos siempre el “señor González” aunque nos saluden en los urinarios donde todos somos tan iguales.

Hay personas, usted sabe, que después de colgar la bata de cirujano le parten la cara a su señora, o miembros del Opus Dei que se van de putas las noches del fin de semana. Son las mismas personas en dos medios distintos, como el mar y la tierra, y lo que les permite respirar en ambos son sus razones (llamadas excusas si no las compartimos). Para una persona concreta somos uno, para nosotros somos un actor interpretando varios papeles, viviendo varias vidas, sin darnos cuenta.

Si alguna de esas vidas es extrema y nos sorprenden en el escenario equivocado nos echan de la representación. Por eso muchos dimiten antes y se pegan un tiro, como si uno de sus personajes no pudiera soportar la vergüenza de un pobre espectáculo donde ya no le valen las antiguas razones. Porque en el fondo estábamos aquí por los aplausos que ahora nos niegan.