viernes, 30 de septiembre de 2022

> Pongamos que hablo de Nueva Zelanda

 

Una persona instala una aplicación en su móvil o alquila un coche. No ha leído las páginas y páginas y páginas del contrato que ha firmado confiando en que los términos son normales y razonables. Pero tiene un problema y se da cuenta de que no, y ya es tarde, y eso le cuesta tiempo, quebraderos de cabeza y dinero, siempre dinero.

 

Una persona contrata a unos albañiles. A mitad de la obra, los albañiles la abandonan por otro encargo más lucrativo y lo dejan todo manga por hombro. Sí, quizá tras un juicio y al cabo de tres años consiga recuperar el dinero, siempre el dinero, sólo el dinero, pero el daño ya está hecho.

 

Te enteras por televisión que la barra de pan que te han subido de precio además ahora tiene menos cantidad, que al paquete de chorizo le ponen tres lonchas menos y que el flan que siempre comprabas ha menguado en todo menos en precio.

 

Esa persona lee que una empresa que contaminó gravemente hace 25 años va a ir ahora a juicio. Y en la página siguiente que los jueces, incumpliendo la ley, no renuevan el CGPJ por oscuros motivos de equilibrios y estrategias políticas. O que un ertzaina tenía en su casa cincuenta kilos de cocaína, o que policías de Mallorca controlaban la noche con sobornos y palizas.

 

Esa persona tiene un hijo y le han dicho en el colegio que en vez de hacer los ejercicios en un cuadernillo, los va a tener que hacer en una tableta que sólo alquila el colegio y que vale el doble que los cuadernillos.

 

También lee que se premia, como algo inaudito y encomiable, la devolución de un dinero que una anciana había perdido. ¿No debería ser lo normal?

 

Son inconvenientes, trivialidades, incidencias e incidentes de cualquier vida. Pero esa persona, ¿debería hacer lo propio dentro de sus limitaciones? ¿debería ofrecer la otra mejilla y tener un comportamiento moral? Admitiendo que no roba el que quiere sino el que puede, ¿esa persona debe proceder como el entorno o ser siempre la víctima?

martes, 20 de septiembre de 2022

> Mentiras las justas

 

Como ya tengo una edad, comparo lo que se dice ahora con lo que se decía cuando yo era un niño.

 

Hay algunas expresiones que se mantienen por ser del Occidente civilizado, como «no te va a doler nada» o «no sé qué pasa: antes funcionaba». Otras, sin embargo, se han aclimatado entre nosotros por el influjo de películas y series foráneas.

 

«Que pase usted un buen día» no lo decía nadie cuando tenía diez años. Ni repetidamente «gracias» cada vez que te acercan un plato en la mesa. Sí se decía «me alegro de verte», cuando alguien realmente lo sentía, no como frase introductoria. O «tú» en vez de «usted» al referirse a una persona mayor o con autoridad.

 

La católica España hace tiempo que perdió el relato de su historia. También ahora el del lenguaje, que configura el pensamiento. Las legiones, claro, ya no invaden desde Sagunto.

sábado, 17 de septiembre de 2022

> «Un bacio ancora»

 

Cuando era más joven y viajaba por Europa de mochilero encontraba en cada ciudad razones para entristecerme por la patria mía. Han pasado los años, y ni nosotros somos los mismos ni España es la misma, aunque sí la reconocería la madre que la parió (Felipe González dixit).

 

Vengo de un viaje por la Italia rica, la del centro y norte del país. Se nota que hay dinero, se nota que hay dos mundos: uno alrededor de las estaciones de tren y otro de diseño un kilómetro más allá.

 

El caso es que me he reconciliado un poco con mi país, al que consideraba ejemplo de desobediencia e individualidad. En Italia repiten en los transportes públicos hasta la saciedad que es obligatorio el uso de mascarilla FFP2 y que llamarán a la policía si no la llevas. Nadie, los conductores, casi ni los escasísimos revisores. Nadie, en los trenes. Nadie, en los autobuses. Nadie, en los aviones. Algunos, ¡en la cubierta de los barcos!

 

En mi ciudad, los conductores de autobús recuerdan a los despistados que se la pongan al subir, y no hay absolutamente nadie sin ella. En los aviones, son los españoles las que las llevan.

 

Ya sólo hace falta ajusticiar a los conductores de motos con escape libre y renovar el CGPJ.

 

Qué buenos vasallos si tuvieran buen señor.

martes, 13 de septiembre de 2022

> Reunión de amigos

 

Hay amigos y viejos amigos. En los primeros lo importante es el sustantivo, en los segundos, el adjetivo. Tras veinte o treinta años de sólo felicitaciones por Navidad la terquedad de alguien consigue reunirnos, y si ha pasado el suficiente tiempo y las llamadas han sido pocas y llenas de lugares comunes, no se sabe muy bien qué decir aunque vale cualquier cosa que no comprometa el porqué de un silencio de años.

 

Todos ven en la silla de enfrente un espejo del paso del tiempo, y quizá se preguntan por qué son amigos: tanto modifican las orografías los cumpleaños, calvas en unos, barrigas en otros, canas en todos.

 

Después de una cena cordial y de una despedida en la que prometimos vernos con más frecuencia, cada uno volvió a su vida. Nadie celebró el reencuentro en WhatsApp ni puso fotos en Facebook, ni mucho menos nos llamamos por teléfono. El silencio ha empezado.

martes, 6 de septiembre de 2022

> Penas eternas

 

No estaba seca aún la tinta de la sentencia sobre los ERE de Andalucía y ya he escuchado comentarios interesados de que se están preparando los indultos, con el apoyo silencioso del PP (qué cosas). Con el procés, igual, oiga. Y el 23-F. Y los GAL. Y llámalo X.

 

Entiendo que uno se sienta en la obligación ética de ayudar a los amigos, pero creo que no a costa de la familia. Y la familia en este caso es el país. ¿Para qué sirve juzgar y condenar si el resultado es que no se asume el coste del error? ¿Se deberá tomar en serio el juez su trabajo con esta espada de Damocles sobre su cabeza? ¿Y el fiscal con esa piedra de Sísifo? ¿Y los investigadores si van a sufrir como Ticio? Hagamos un teatrillo y vamos a tomarnos unas pizzas.

 

Creo que los indultos desmoralizan (restan moral y adormecen) no sólo a la alta jerarquía del estado (minúsculas), sino que chorrea hasta las más oscuras cloacas, que esperan su turno.

 

sábado, 3 de septiembre de 2022

> Todo o nada

 

Soy de los que le gustan las certezas diáfanas, con límites claros: o blanco o negro. Sin embargo me temo que la realidad, ay, no está por esta labor.

 

La tecnología, sin embargo, que a la postre se basa en 0 y 1, me apoya; esto es, va contra de la realidad al menos simbólicamente.

 

Las puntuaciones en internet son abrumadoramente de 1 ó 5 estrellas, no intermedias. La oposición política al gobierno (da igual cuál) siempre ve el vaso totalmente vacío; el gobierno (da igual cuál) ve el mismo vaso llenándose para el siguiente trimestre, a punto de rebosar. Buena parte de las noticias son de las que hacen historia. Una solución no es solución si no es definitiva, total. En cada «Operación Triunfo» nacen tres nuevas estrellas de la fama. Son personajes niños de veinte años. Vivimos en una encrucijada histórica como no han visto los siglos, mañana ya no será como ayer.

 

Todo es ubicuo gracias a la tecnología y todo es ya gracias a la tecnología. Estamos en Gerona pero chateamos con nuestro amigo de Cádiz o con una desconocida de Bérgamo. Nos transfieren dinero y pensamos que hay algún problema si tarda más de un día o si las cotizaciones de bolsa no son en rabioso «tiempo real». Estamos muy impacientes en estrujar el tiempo para luego hacer poca cosa.

 

Ya y todo o más tarde y nada.