jueves, 10 de julio de 2008

> La botella casi vacía

Al principio de curso la profesora de mi hijo recomendó a los padres que éstos llevaran en la mochila una botella de agua para cuando tuvieran sed. Sin duda es una petición muy razonable, pero me pareció que significaba una cosa distinta del hecho de llevar una botella.

Cuando era niño, ni yo ni ninguno de mis compañeros llevábamos botellas de agua; si teníamos sed, nos esperábamos a la fuente del patio o bebíamos a morro de los grifos del baño. A ninguno se le ocurrió cargar con una botellita, aunque sí cargábamos con el tentempié de media mañana (un bocadillo, unas galletas). Hoy seguro que algunos padres no se sentirían cómodos de que sus hijos bebieran de un simple grifo de agua corriente, pero en cualquier caso deben darles botellas de agua para que sus hijos beban, porque en los patios ya no hay fuentes y además no queremos que nuestros hijos se sientan diferentes (quiero decir inferiores) del resto. Las botellas de Font Vella o Nestlé son las más recomendables, porque tienen artilugios en el tapón que las hacen de primera categoría; las más simples de Valtorre o Aguavida sólo son recomendables si quieres castigar a tu hijo con una humillación.

Podríamos hablar también de los pañuelos desechables o los aparcamientos, pero por seguir con el ejemplo del agua (un bien imprescindible), recuerdo que en casa cuando era pequeño se tomaba siempre agua del grifo, y en las tiendas de alimentación sólo había botellas de cristal de un litro de la marca Solares para circunstancias especiales. Hoy en casa bebemos siempre agua embotellada (en el vecindario se dice que la del ayuntamiento es mala para los riñones: aseguran que la tía de alguien murió por eso) y estamos pensando cambiar de supermercado porque al que vamos se le acaban demasiado rápido los palets de garrafas de 5 litros. También recuerdo que cuando alguien iba por la calle y tenía sed, podía pedir un vaso de agua en cualquier bar sólo con un poquito de vergüenza, y muy canalla debía ser el camarero para no darla. Hoy sólo me atrevo a pedirlo si previamente ya he hecho una consumición.

En fin, supongo que el agua escasea, tenemos que llevarla de casa y pagarla aparte. Es un alivio, porque por un momento pensé que lo que escaseaba era el sentido común de poder exigir un uso público de un recurso vital.

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