lunes, 22 de agosto de 2011

> La visita del Papa

Ya sé que su reino no es de este mundo, pero me resultó triste que ni tan siquiera pudiera evitar la tromba de agua que cayó a los congregados en Cuatro Vientos para verle. No digo yo que convirtiera la Coca-Cola en Vega Sicilia o que acabara con el paro, pero sí al menos el detalle de parar la tempestad hasta después del discurso.

Y el caso es que una palabra suya podría haber obrado milagros incluso mayores, porque escuchándole estaban Emilio Botín, Rodrigo Rato (Caja Madrid patrocina las camisetas de los voluntarios), la cúpula del PP a punto de pisar moqueta y el mismo Rey de España, todos fervientes católicos y seguidores de Jesús el pescador, que decía aquello del camello y el ojo de la aguja.

Miles de jóvenes y no tan jóvenes le escuchaban arrobados. Oían decir que a Jesucristo no se puede llegar solo, que hace falta seguir a la Iglesia. A este mensaje seguro que están acostumbrados, porque ya habrán leído las recomendaciones de Nintendo, Sony y Microsoft acerca de usar sólo software original. También oían decir que eran valientes por estar allí y que debían estar orgullosos de mostrarse católicos ante la sociedad: durante un tiempo fue meritorio ser católico, acosados en todo el mundo por un ambiente liberal y socialdemócrata. Pero ahora que es un signo de identidad de cierta clase media alta sólo tiene el atractivo del lustre y la utilidad del cofrade.

Ay, las sandalias del pescador y los mocasines de Prada.

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