Cuando llegué a Málaga a principios de los ochenta no me extrañó ver mendigos aquí y allá por las calles, porque de donde yo venía los había a cientos. En Madrid me sorprendió que hubiera tan pocos, o que se conformaran con hurgar en los contenedores de basura pudiendo conseguir efectivo tan sólo sentándose en el suelo con un cartel escrito a boli y un cazo desportillado. En Bilbao era inaudito: no encontré ninguno.
Algunos años más tarde se empezó a sentir mala conciencia por la triste visión de niños pequeños y sucios pidiendo por las calles. Se hablaba de que los alquilaban, los drogaban y los mantenían en esclavitud. Entonces, casi de la noche a la mañana, los mendigos desaparecieron de las calles de Málaga y lo más señero que uno podía encontrar eran vagabundos hurgando en la basura como en Madrid.
Hoy he hecho una excursión al centro de Málaga y los he vuelto a ver sentados en las puertas de supermercados y en las entradas de las iglesias. Supongo que la economía los ha vuelto a escupir a las calles y la conciencia social se preocupa por otras cosas, porque no creo que sea una cuestión de libertad individual. O sí, si uno quiere quedarse tranquilo.
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