Como estamos en invierno, un frente frío barre la península y la crisis económica se recrudece, me tomaré la licencia poética de ser hoy banal y pesimista como un adolescente.
Cuando la vida ofrece incertidumbres y el estímulo de la dificultad acompasada, tenemos toda la vida por delante. Pero cuando nuestras preocupaciones empiezan a ser el modelo de chimenea que vamos a comprar o cómo poner la televisión en el dormitorio, podemos ir pensando que estamos muertos excepto a efectos legales, que nada excitante o imprevisible nos queda ya por vivir. Seguro que tendremos vacaciones felices, y que los hijos nos darán nietos dulzones, pero serán apenas islas de regocijo en un mar de monotonía y escepticismo.
Piénsenlo. Suele llegar cuando uno cumple los cuarenta y pico y ve que la barriguita ya no se va ni con ejercicio y cuando en las tiendas las dependientas nos llaman de usted. Algunos tenemos suerte y no tenemos ni barriguita ni a nadie que nos trate de usted, pero sí tenemos cuarenta y pico.
“A lo lejos alguien canta. A lo lejos”.
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