viernes, 1 de mayo de 2009

> Día del trabajo

Tenemos la suerte de vivir en un país que no exige actos de heroísmo para reivindicar libertades o derechos. Puede que la respuesta a la reivindicación sea el silencio, la burla o el desánimo, pero no la cárcel, la amenaza o la muerte.

No siempre fue así. Tampoco en todos los países del mundo es así. Hoy se celebra el día del trabajo, y es más una jornada festiva desprovista de significado (como un lunes de Pascua) que la conmemoración consciente y sentida de la muerte de trabajadores en la fábrica McCormik de Chicago en 1886.

Arriesgar la vida por unos derechos, comprometerse, son actos que en estos tiempos de El Bigotes nos suenan (si es que nos suenan a algo) a ingenuidades de adolescente o a estériles esfuerzos. Sin embargo gracias a esas miles de personas que se jugaron lo único que tenían hoy una gran cantidad de ciudadanos podemos arrellanarnos en el sofá delante de la televisión para criticar a Belén Esteban o irnos al Museo del Prado a contemplar “El jardín de las delicias” de El Bosco. La elección es nuestra (a grandes rasgos).

No quisiera que volvieran esos tiempos, pero sí echo en falta (¡ay, será la edad!) la pasión y los ideales que animaban aquella lucha, ahora tan lejos de nuestras vidas.

Los tiempos en algunos sitios cambian las cosas, y aquí las pasiones (salvo las bajas) están en retroceso.

2 comentarios:

  1. Hace ya decenas de años que el sentido del día del trabajo fue desactivado convirtiéndolo en pasacalle y jornada festiva. Miopía (o algo más) de los sindicatos, que deberían haberlo trasladado al día siguiente, o al otro, para que siguiera siendo un día para no acudir al trabajo, que no es lo mismo. Enhorabuena por el artículo.
    Micro.

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  2. El invento del café descafeinado creo que dio demasiadas ideas para otras pasiones.

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