miércoles, 27 de mayo de 2009

> Musas que planchan

Muchos hombres no buscan una mujer, sino un catálogo de servicios. Los escritores no son distintos del resto de los mortales, pero se les puede presuponer erróneamente una altura de la que algunos carecen.

Ellos estaban cocinando su obra, ensimismados en la forma y la metáfora, pero en la habitación de al lado su mujer les cocinaba los potajes y les lavaba la ropa. La obra de muchos de ellos languideció fría en el escritorio, y la vida de su autor no cambió de pasante en un Ministerio. A otros sin embargo les sonrió la Fortuna en su candidatura a diputado en la República de las Letras, y cuando sintieron el olor del catering puede que le supieran a poco los potajes de su esposa y prefirieran conversaciones galantes y pechos más erguidos y sonrisas cómplices.

No soy un moralista, por lo que esto no es una crítica a algunos escritores que no citaré. Pensaba de algunos que son desagradecidos, pero quién es uno para censurar asuntos privados. La vida conforme la vemos más escasa nos parece más preciada de ser vivida con arreglo a nuestras propias normas y gustos, sin pararnos ante criterios quizá morales. Quien puede y quiere, y esto es humano, muy humano.

A algunos escritores sí citaré como ejemplo de lo contrario: Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti o Miguel Delibes. Y esto es humano, muy humano.

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