viernes, 24 de julio de 2009

> Principio de razón suficiente

Para el filósofo Leibniz, todo ocurre por algo. De aquí se deduce que el azar sólo es ignorancia de la causa. Vivir creyendo en esta idea es una carga nada fácil, porque nos hace responsables de todo y no podemos acusar ni a la mala suerte ni a la inoportunidad.

Pero como para todo roto hay un descosido, Lenin dijo que la cantidad hace la calidad. Las causas pueden ser racionales y sometidas a estrictas leyes físicas, pero a mala leche es tal el volumen de átomos implicados, es tal la magnitud de las relaciones entre ellos, es tal la complejidad de los números afectados, que aunque todo tenga una causa racional, a efectos prácticos todo tiene una deuda con el azar.

¿Por qué estábamos aquel día que conocimos a esa chica en la cola del cine? ¿Por qué arrancamos el coche exactamente a esa hora y no diez segundos antes para evitar el accidente? ¿Por qué nos gustan las morenas?

Sí, gracias a Leibniz sabemos que todo tiene una causa racional. Acabó con la superstición y la magia, pero no estaremos mucho más agobiados que antes por ello, aunque quizá sí algo más aburridos.

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