sábado, 20 de junio de 2009

> Y luego dicen que el pan es caro

Todo el mundo ha leído, visto y escrito sobre el trabajador boliviano al que una máquina le cortó el brazo en un obrador de pan de un pueblo de Valencia.

El Gobierno va a regularizar su situación en España “por motivos humanitarios” (¿por qué no a los que sufren en las pateras?). Las cadenas de televisión hacían cola en la puerta del hospital para entrevistarle y es portada en todos los periódicos. La Fiscalía, sindicatos y ministerios se apresuran a investigar la empresa y aseguran un castigo ejemplar.

Hace unos días le vi en televisión entrando en un plató: la presentadora se apresuró a levantarse para ayudarle con el escalón (curioso, porque ha perdido un brazo y no una pierna), y los tres contertulios que se arrellanaban en el sofá se incorporaron como impulsados por un resorte para saludarlo como si del Rey de España se tratara.

¿Qué es lo que causa sensación en esta noticia? El accidente en sí no debe ser, porque por desgracia hay muchos y más graves y no salen en los telediarios. Que el trabajador no estuviera legalmente contratado tampoco, porque en su situación hay miles. Que le dejaran a doscientos metros del hospital pese a que acababa de perder un brazo, que le amenazaran para que no hablara, que le tiraran el brazo a la basura como si fuera un pistón defectuoso o una correa de transmisión rota, sin duda son los elementos trágicos y surrealistas que justifican la noticia. Pero creo que también hay algo más, algo que nos atañe a nosotros y no al dueño de una panadería de un pueblo de Valencia.

Referencia: http://www.elpais.com/articulo/espana/inmigrante/pierde/brazo/patron/abandona/cercanias/hospital/elpepuesp/20090610elpepunac_4/Tes

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