viernes, 26 de junio de 2009

> Las amigas de los amigos

La camaradería de los amigos de la adolescencia se va diluyendo con el tiempo. Puede que se vayan lejos, puede que la amistad se rompa por una noche de alcohol que no llega a borrachera o puede que se emparejen con alguien que no nos cae bien. Los amigos son en parte como los hijos: pensábamos que iban a escoger mejor, aunque no tenemos más remedio que soportarlo.

Al principio uno intenta contemporizar y no prestar oídos a esa voz interior que nos dice “qué pesada” o “cuánto habla”. Pero con el tiempo esa voz de la realidad acaba imponiéndose, y nuestro esfuerzo ahora se centra en resistir ese inconveniente (pues en eso se ha convertido) para conservar apenas unos instantes de la desvaneciente relación con nuestro amigo.

Más tarde o más temprano un incidente, una palabra de más o de menos, y ya entendemos que el esfuerzo no compensa. Por un instante pensamos que podemos hablar con él y decirle “qué pesada” o “cuánto habla”, pero sabemos que eso no valdría para nada.

Así que dejamos pasar el teléfono, acaso se nos olvide un cumpleaños y por aquello de la conciencia nos acordaremos en Navidades con un ‘a ver si un fin de semana de éstos nos vemos’. Suele ser fácil, porque nosotros tenemos pareja, y puede que también les resulte pesada y habladora a ellos.

Nos vamos haciendo mayores, nos vamos quedando más solos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario