martes, 30 de junio de 2009

> La tarea de los hijos

La mayoría de los dictadores suelen ser personas hoscas y torpes en el trato con la gente (por eso son dictadores y no políticos). Piensen en la cara de perro de un Pinochet con gafas oscuras, o un Videla de cuello estirado, o un Obiang de reojo nervioso y sudado.

Sus hijos sin embargo son los grandes beneficiados. Pueden salir elegantes como los de Pinochet o pendencieros como los de Gaddafi, pero siempre tienen el verbo fluido, la cartera llena y la memoria interesada. Sus padres se llevarán la mala fama, y si acaso el juicio indulgente ante una corte penal internacional. Los padres tendrán que mirar debajo de la cama todas las noches, y dormirán con una pistola bajo la almohada y la luz del pasillo encendida.

A ellos nunca los conducirán ante un tribunal ni los llevarán de noche a un estadio de fútbol: las culpas de esos padres no las heredan sus hijos. Serán educados estos cachorros de perro en los mejores colegios, estudiarán si les place en una buena escuela de negocios, y entrarán directamente en los consejos de administración sin pasar por recepción. Luego pueden venir revoluciones, carestías o elecciones, que ellos ya no se mudarán del barrio. En sólo una generación habrán lavado el apellido que sacó del anonimato su padre manchándose las manos, aunque no fuera para esto.

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