viernes, 12 de junio de 2009

> Tan frescos

No sé si en otros lugares más norteños, pero en Málaga hay cierta costumbre de despojarse de la camisa en cuanto empieza a despuntar el buen tiempo. Entiéndaseme: quitarse la camisa en la calle, para pasear. Esta costumbre se circunscribe a jóvenes de sexo masculino hasta los treinta años. Sin embargo es altamente contagioso, porque basta cambiar de barrio o acudir como visitante a la costa para que enseguida desaparezca la camisa.

Uno podría pensar que se debe al calor de estas latitudes: no. Hace el mismo calor para todos y ni las mujeres ni los varones de más de treinta años practican el descamisamiento. A poco que uno vea varios casos, empezará a encontrar un hilo de relación entre todos ellos, y es que no hay ni un torso feo ni uno que no esté menos de tres horas diarias bajo el techo de un gimnasio. Es decir, se trata de una cuestión económica: hay que sacarle provecho a lo que uno (o los padres) se gastan en cultivar el cuerpo. Además, nunca van solos. Les suelen acompañar cadenas y brazaletes de mucho metal y más destello, y un séquito de amigos debiluchos que resaltan más a su líder. Ver dos descamisados juntos es raro, salvo que estén en competición oficial (se nota porque hablan a gritos).

Todos queremos que nos quieran, pero mientras que unos nos dedicamos a obras de caridad, otros lucen sus torsos bien definidos y bronceados por las calles.

La pena es que este localismo no tiene encanto (de ahí que sólo les dejen entrar descamisados en Carrefour). Si acaso pueden ser el telón de fondo de una novela costumbrista, pero nunca un personaje amado de ‘Muerte en Venecia’ (sobre todo cuando están en competición oficial).

No hay comentarios:

Publicar un comentario