miércoles, 15 de abril de 2009

> Anónimo veneciano

El título de este artículo es una película dirigida por Enrico María Salerno en 1970. Es una película lenta, melancólica, en la que tras el decorado decadente de Venecia Enrico le revela a Valeria, antigua novia, que le queda poco tiempo de vida.

Imagine que ha ido usted solo a visitar una ciudad desconocida un fin de semana. Es un día nublado, un domingo por la tarde, y ya ha visto lo que le interesaba. Su tren no sale hasta dentro de seis horas, y no tiene nada que hacer. Las tiendas están cerradas, hay poca gente en las calles. Se puede sentar en un café, pero la consumición no le va a durar tanto. Puede dar paseos, pero esa idea ya la ha tenido antes y le aburre.

Uno sabe que este tedio pasará, que mañana volverá al trabajo y a su gente, y que ya no estará solo. Pero aunque uno sabe eso, no lo siente. El extrañamiento de un domingo por la tarde nublado, sin nada que hacer en una ciudad extraña es insoportable.

Imagine que tiene que pasar una temporada en un hospital acompañando a un familiar enfermo. Su familiar está inconsciente todo el tiempo, no puede hablar con usted. Las enfermeras apenas cruzan unas palabras de cortesía cuando entran para cambiar las sábanas o revisar el gotero. Usted come solo en un triste restaurante de hospital y duerme en el sillón de las visitas. Lee la prensa, pero eso apenas le evade un rato. Se levanta, mira la autovía detrás de los cristales, pasea hasta la puerta de entrada, y se sienta otra vez.

Imagine que está en un aeropuerto para coger un avión. El vuelo ha sido retrasado, y cuando se acerca la hora estimada de embarque vuelve a girar el marcador para ofrecerle otra hora más avanzada. Alguien ha dejado una revista en una silla, la hojea pero sabe que no es de su interés. Puede quemar el tiempo haciendo alguna llamada telefónica o imaginando las vidas de los viajeros que, como usted, esperan impacientes. El aeropuerto le deja la mente en blanco. No tiene nada que hacer salvo estar allí y pasear arriba y abajo por la terminal para calmar los nervios. No sabe cuánto durará la espera.

No hace falta morirse de cáncer ni ir a Venecia para un anónimo veneciano.

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