miércoles, 27 de agosto de 2008

> Una memoria efímera

El ordenador es un gran compañero, aunque tenga también sus vicios y sus amenazas invisibles. Antes, cuando no existían, uno escribía a máquina o caligrafiaba en un cuaderno, y esta exigencia tenía como resultado una permanencia inadvertida en el tiempo que hoy se ha perdido. Si mañana muero, todo lo que está escrito en el disco duro de mi ordenador se perderá (los sobrinos instalarán un nuevo sistema operativo donde antes hubo palabras). Incluso los textos que están publicados en internet acabarán en la nada cuando el servidor que los guarda sea apagado o se borren los blogs no actualizados recientemente. Todos hemos leído historias de manuscritos que han sobrevivido a los tiempos teniéndolo todo en contra, desde Nag Hammadi hasta La conjura de los necios, pero no recuerdo ningún caso de una obra, de un texto, que haya salido de la memoria de un ordenador sin la ayuda de su dueño. Es un parto que exige padre.

Sin duda es un filtro, pues no se puede conservar todo, y no todas las cosas merecen el esfuerzo de conservarlas, pero la conclusión es que pese a los avances de la técnica, lo que no pase a papel en vida, morirá.

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