sábado, 15 de agosto de 2009

> Perspectiva

Estaba sentado en la oficina de patentes de Berna, en 1907, cuando, de repente, me vino una idea: una persona en caída libre no sentirá su propio peso.” La cita, de Albert Einstein, la escribió Javier Sanpedro en un artículo de ‘El País’ del pasado 26 de julio.

Éste fue el inicio de la teoría de la relatividad. No sé si una persona en caída libre siente su propio peso, pero lo que seguro que sí siente es pánico, y en lo último que pensaría es en una teoría.

Einstein no se estaba cayendo cuando tuvo esta reflexión, pero sí tuvo la genialidad de ver una caída de una forma distinta de la que todos habíamos pensado hasta ese momento: ¡pobre hombre!, ¡qué golpe se va a dar!, ¡qué desgracia para su familia!, ¿quién limpiará la acera?, ¡no quiero verlo!

Si de un hecho que se ha repetido millones de veces sin ninguna consecuencia intelectual, sólo traumatológica, ha surgido una explicación del universo tan fecunda, podemos esperar por fortuna que florezcan los desiertos o vencer los sufrimientos. Sólo hace falta alguien que vea lo mismo de otra forma y que saque consecuencias de ello. Las malas noticias son que no abundan esas personas, y que incluso las pocas que hay se pueden quedar, y se quedan, por el camino en el despacho de una oficina de patentes cualquiera.

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