
En realidad, lo único que le quitaron fue el radiocasete, si es que queda aún alguno instalado en un coche. El motor no lo tocaron, eran rateros sin infraestructura; las ruedas tampoco, porque no tenían otro coche con el que llevárselas. Tampoco arramblaron con los asientos o con los accesorios por estas mismas razones.
Lo que sí hicieron fue incendiarlo como se ve tantas veces en las películas de pandilleros. Y lo hicieron por el simple (es cuestión de gustos) por el simple placer de verlo arder e imaginarse haciendo lo mismo en el cauce seco de Los Ángeles. Incendiaron un coche por un radiocasete y un minuto de inmortalidad.
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