lunes, 31 de enero de 2011

> Viaje a Colombia y Ecuador, 1995 (XI)

Me he levantado muchísimo mejor, y para celebrarlo por fin me he afeitado; sólo me ha faltado ducharme, pero a mí el agua me ha salido fría, y no es cuestión abusar de las proezas. Hemos desayunado al estilo americano (yo sin café, que como ya saben ustedes es horrendo) y hemos dado un paseo por la ciudad. Empleamos un rato en comprobar la ineficacia de una chica de una agencia de viajes que no se enteraba de nada. Vamos andando a la terminal de transportes. Nadie sabe nada de trenes de Alausí a Guayaquil; el tren ya no funciona en Cuenca porque unas lluvias dañaron las vías. Autobuses para Alausí salen casi cada hora. Nos encontramos con un madrileño muy simpático que ha estado diez días en Quito y le ha gustado, y otros tantos en Guayaquil; le hablamos de la suciedad, del tráfico, de la contaminación, de la miseria, de la comida... todo nos lo reconoce, pero... le ha gustado Quito.

Regresamos andando al centro y vemos cerca del río Tomebamba unas ruinas incaicas, pequeñas y mal cuidadas, pero con el sorprendente ajuste de piedras que han hecho famosas este tipo de construcciones. Almorzamos muy bien en un restaurante de lujo: crema de espárragos, lomo salteado con arroz y ensalada de frutas; sólo s/ 30.000. Subimos al hotel porque llueve, y nos quedamos una hora descansando a la espera que escampe. Luego visitamos el mercado con sus puestos misérrimos, sus comedores de fritanga, baratijas que nadie compra y reses abiertas en canal colgadas de ganchos. El paseo se demora por dos horas, y circunnavegamos todo el perímetro de la ciudad. Por las lluvias.

Compramos algunas cosas en un supermercado y como se hace tarde regresamos al hotel: no hay luz. Estamos hasta las diez charlando a oscuras. Llega la luz, cenamos y vemos la televisión (la local, de la Iglesia, echa buenos documentales). Tenemos una animada conversación sobre los pedos, sus tiempos, lugares de muestra y desarrollo. Qué raro se nos está haciendo el viaje; como yo ya tenía pensados los comentarios laudatorios que haría al regreso, voy a tener que eludir el tema.


Ayer estuvimos hablando hasta tarde, y Carlos se durmió con las gafas puestas y un gran chicle en la boca que mascaba ruidosamente cada vez que despertaba para volver a dormirse inmediatamente. Desayunamos el repetido y odiado desayuno americano, con la agravante de que al no haber luz no había jugo: huevos fritos y café. A las nueve y media hemos cogido un bus "de la tierra" hasta Alausí, donde llegamos a la una y media. Yo he estado todo el día algo mareado.

Hemos visto poco paisaje, porque el lado derecho es el malo, y porque había algo de niebla. Se para cada doscientos metros para recoger o dejar gente, sobre todo indígenas con grandes fardos a la espalda; el bus iba lleno, con gente en los pasillos. A cada parada en la ciudad se subían los/las típicas vendedoras de colas, frutas, fritos... En el radiocasette sólo suena música nacional.

Y llegamos a la nada, a Alausí. En la calle principal, vemos que el hotel menos malo es el Gatacunga, o algo parecido, y es cutre aunque no invalidante; la ducha es de cárcel turca. La estación está muy cerca; preguntamos y se acaba de ir un tren; el próximo sale mañana a las nueve y media. Almorzamos en un sitio menos malo, el Flamingo, el conocido churrasco con huevos fritos.

Volvemos a la estación para comprar los billetes y otro funcionario que juega al solitario con baraja de póker nos dice que los billetes se compran mañana a partir de las siete. Nos echamos una siesta y hablamos en el hotel (que comprobamos es de tercera categoría oficial) hasta las seis. Damos una vuelta por el misérrimo pueblo, y nos sentamos en un banco para ver que al atardecer la niebla de las tierras bajas invade completamente el pueblo de una forma siniestra; a la media hora se quita. Estamos a 2.300 metros. "Cenamos" en el "restaurante" del "hotel" un trozo de pollo brosterizado (empanado) con arroz y papas, y de postre unos duraznos en jugo (melocotones en almíbar). El precio fue realmente un timo (s/ 29.000). Damos un pequeño paseo y regresamos porque nos parece sospechoso un tipo que nos adelantó por la calle. A las nueve en la cama. Otro día muy tonto.

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