lunes, 6 de septiembre de 2010

> Inmaterialidades

Esto va a menos. Me refiero a que cada vez hay menos materia, menos chicha, más nube.

He escrito ya en otra parte que antes uno nacía, se casaba y moría y aunque no hubiera hecho nada más en la vida al menos su nombre aparecía en una lápida y en los libros parroquiales. Ahora no: la información del Registro Civil y de las parroquias está en un menguante ordenador.

Donde hoy se genera dinero, en grandes bancos y parques tecnológicos, cunde el silencio, la asepsia y la tranquilidad. No se escuchan fraguas, ni sonidos de esfuerzo. Siempre parecen en días festivos.

Las librerías empezaron a desaparecer hace años, aunque por otras causas. Ahora, a los libros en papel le han surgido unos hijos respondones que a diferencia de Saturno se comerán al padre: los libros electrónicos, que tienen el mismo contenido pero no volumean.

Los cuartos de los niños están hoy día extrañamente ordenados, y no porque haya mejorado su sentido del orden, sino porque a ellos les gusta y es más cómodo regalar videojuegos, qué tranquilidad.

Los platos en los restaurantes de postín menguan a la par que crecen sus nombres, los artilugios se achican (los teléfonos móviles, los portátiles, las cadenas musicales…), los pisos de clase media, las distancias entre países, las iglesias.

¿Qué comparten estos ejemplos? Que no ocupan lugar. Qué vacío se puede quedar todo (o, mejor, qué lleno de nominalismo). Ahora pensemos qué es cada vez más grande.

No hay comentarios:

Publicar un comentario