lunes, 27 de septiembre de 2010

> Ajuste de cuentas

¿Recuerdan a los primeros de la clase, a los que ligaban más, a los que lucían esplendorosos cada mañana?

Hace unos años no me daba cuenta: muchos tenían el germen del fracaso, aunque no lo supieran. He hecho inventario. La mayoría de ellos han terminado peor que aquel niño delgado y con gafas que iba andando al colegio desde la otra punta de la ciudad. ¿Peor? Bueno, depende cómo se mire: ellos han vivido una vida gloriosa de estrella fugaz, lo que no es poco, y peor y mejor son tan subjetivos como las paellas del domingo. Pero a los primeros de la clase les faltaba el estímulo y se han disuelto entre los sin nombre, quizá cansados, quizá satisfechos; los segundones, entrenados en perseguir a la liebre, han llegado más lejos. Pasa con los gobernantes, pasa con las empresas, ¿por qué no con las personas? Quien toma la delantera nunca gana la carrera. Un mal comienzo no determina el final.

Cuenta Herodoto de un rey que vencido en combate le recordó a su captor lo mudable de la fortuna: la muestra era él, poderosísimo antes, y ahora arrodillado en el polvo del campo de batalla. No bajemos la guardia, no confiemos en las excepciones.

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