En la sala de espera de una clínica el panel de turnos debería ayudar a los pacientes a sospechar cuándo les va a tocar. No sería mucho pedir, pensamos muchos. Pero no.
Cuando los soldados israelíes o norteamericanos detienen a alguien en una acción armada (un supuesto terrorista, un padre de familia, un vendedor de helados) le esposan las muñecas a la espalda con bridas de plástico y les cubren la cabeza con una bolsa antes de hacerse una foto con su cadáver. ¿Por qué? Entre otras cosas, para desorientarle y que no cause problemas.
En este hospital, los turnos no son números consecutivos, sino una composición de letra y número aleatorios que un ordenador asigna a cada paciente, por lo que nadie puede saber cuántos pacientes están por delante de uno para entrar en consulta. ¿Por qué? Entre otras cosas, para desorientarle y que no cause problemas.
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