sábado, 21 de noviembre de 2009

> Para qué queremos un ejército

Mimbre: los españoles se declaraban masivamente objetores de conciencia, por lo que el gobierno decidió profesionalizar (neolengua) la defensa. Hoy en día, la inmensa mayoría de los jóvenes considera el alistamiento la última opción para tener trabajo, y a veces ni eso, ni tan siquiera los que carecen de la más mínima cualificación para hacer otra cosa. Se ha tenido que recurrir a muchachos de otros países (más pobres) para cubrir las plazas vacantes, y ni así. El reducto de la patria es ahora el fútbol. La defensa nacional no goza de buena fama ni despierta pasión: “paso”.

Mimbre: cuando la razón de estado (lo siento) permitía considerar una intervención militar, razones de opinión pública la descartaron: llame al 905 y vote, aunque ya sabemos que no tiene ni idea, pero esto es una democracia, yo necesito hacer caja y sé que usted es tonto. Ya hablé de esto (de lo otro) aquí.

Mimbre: dos fragatas, varios helicópteros y aviones, más de quinientos hombres, un equipo reforzado de intervención especial, satélites, espías, tecnologías y sueldos que cuestan millones de euros, y la armada española (las mayúsculas hay que ganárselas) no es capaz de capturar una lancha que huye, ni perseguirlos en tierra. De lo que sí son capaces es de acompañar, dos fragatas, al pesquero en su viaje a las islas Seychelles, alejándose por el horizonte: vámonos de aquí rápido (no nos vayan a secuestrar las fragatas también, con la mala puntería que tenemos).

Mimbre: ¿qué coste para qué beneficios?

Con estos mimbres, ¿qué cesto hacemos?

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