domingo, 15 de noviembre de 2009

> Hacer estética de la miseria

Es famosa la foto por la que le dieron a Kevin Carter el premio Pulitzer en 1994. Allí se muestra a una niña famélica tumbada en un campo reseco de Sudán; un buitre la acecha a pocos metros.

A Carter se le reprocha que no hiciera nada para salvar a aquella niña a punto de morir, aparte de espantar al buitre con una palmada, después de hacer la fotografía. A Carter se le reprocha que esperara veinte minutos para conseguir el plano del buitre y la niña, y que luego se fuera.

El fotógrafo se suicidó poco después de recoger el premio Pulitzer. La opinión general es que la niña de la foto agonizaba y el buitre esperaba su oportunidad. Hay otra versión según la cual la niña estaba haciendo caca en los límites del poblado. No sé cuál de las dos versiones es la históricamente correcta, pero lo que sí resulta esclarecedor es que el premio se lo dieron cuando se consideraba que la niña estaba agonizando y el buitre esperando, y que Carter ni hizo ni intentó nada. No sé si se podía hacer algo, si era lógico, útil o racional hacer algo, pero no lo hizo ni lo intentó.

¿Por qué le dieron el premio? Por el riesgo no, porque la vida del fotógrafo no corría peligro alguno. Por la composición tampoco, trivial era. Por la denuncia de la situación en Sudán, quizá como excusa para el argumentario oficial. Creo que le dieron el premio por escalar un peldaño más en el impacto que produce la miseria, que pasa a engrosar una categoría estética con la que se comercia y se adornan paredes desnudas. La miseria tiene fuerza visual y pone una nota de color en un mundo insensible y ya acostumbrado a casi todo lo que pueda producir un fugaz ¡ay! y un sonido de caja registradora.

Hace unos días vi en una revista de decoración el salón de un famoso diseñador español. Una gran fotografía de un gamín, que lo mismo sale de una favela que entra en una pelea de gallos, presidía su comedor. Qué nota de sabor entre blancos impolutos y fríos sillones de diseño.


Referencia:
http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2007/595/1174777207.html

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