jueves, 4 de septiembre de 2008

> Incomprensibles: el polvo

Desde que era niño quise tener un despacho, una biblioteca, un lugar privado donde leer, escribir, tener todos mis libros. Cuando compré mi primera casa, en realidad un apartamento, esa habitación tenía tres metros cuadrados y estaba junto a la azotea, por lo que el frío o el calor no animaban a su uso, y leía y escribía en la cama.

Mi segunda casa estaba en el campo, pero era muy pequeña y siempre en obras. Cuando éstas acabaron, cinco años después, por fin tenía un sótano de casi veinte metros cuadrados con todos mis libros, mis discos y mis bagatelas. Este santuario tenía que ser respetado y lo menos frecuentado por otras personas, aunque para ello tuviera que pagar el precio del polvo y algunas telarañas. El caso es que éste se empezó a acumular y a verse claramente sobre las superficies negras: el equipo de música, la carcasa del ordenador… No hubiera tardado ni media hora en limpiarlo todo y en fregar el suelo, pero reflexioné que llegado a cierto punto (por desgracia próximo), el polvo no podía sobrepasar cierto grosor.

Todos hemos visto una capa de polvo que cubre los muebles tras la ausencia por vacaciones o por un descuido en la rutina. Sin embargo, si aumentásemos esas vacaciones o esa desidia la capa de polvo no aumentaría en la misma proporción. Nadie ha visto nunca una capa de polvo de tres centímetros de espesor, ¡ni tan siquiera de medio centímetro! Y sin embargo si sumásemos la de veces que hemos desalojado una fina capa de ese mueble, el espesor acumulado debería permitir la utilización de skís. Si no me creen, pregúntenles a sus madres (no sobre los skís, sino por la de veces que ellas han limpiado el polvo de ese mueble).

Este curioso fenómeno físico que afecta al polvo sirve de gran consuelo a los que reflexionamos antes de ponernos a destruir esa maravilla no explicada de la Naturaleza.

1 comentario:

  1. lo mismi ocurre con las legañas, si un día no te las quitas, al día siguiente no las tienes el doble de grandes. Si consideramos que la productividad siempre se valora en dinero o en tiempo, pues tanto la higiene como las tareas domésticas son muy poco productivos: La relación del trabajo que llevan con lo poco que duran, y lo poco (casi siempre nada) que pagan por ello, hacen que la mayoría de las amas de casa, los califiquen de "ingratos". Yo como ama de casa, considero que su productividad se mide en orden interior y satisfacción. El placer de acostarse en una cama hecha, utilizar vasos de cristal limpios. , o disfrutar de un salón ordenado aunque sean los cinco minutos que tardan los niños en desordenarlo.

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