domingo, 11 de diciembre de 2011

> El infierno está empedrado de buenas intenciones

En una esquina enfrente de El Corte Inglés había apiladas decenas de cajas de tomate, naranjas, berenjenas y pimientos. Me acerqué a preguntar qué era aquello, y uno de los organizadores me explicó que eran de un Banco de Alimentos y que ellos, una ONG, los estaban repartiendo a personas necesitadas.

Le dije que por suerte no tengo necesidad de esas ayudas, pero el hombre me ofreció un lote. Le volví a repetir que no me hacía falta, pero el hombre insistió con el perentorio argumento de que les sobraban y que se les iban a echar a perder, que se las daban a todos los que pasaban. El lote mínimo para una familia eran cinco cajas, unos cien kilos.

Desde ese día en casa sólo se toma naranja de postre, y creo que hemos ya agotado todas las combinaciones y permutaciones posibles de berenjenas, pimientos y tomate. Es el inconveniente que de niño me enseñaran a no tirar comida.

El día del reparto estas frutas y hortalizas estaban frescas, fresquísimas, pero ya empiezan a ablandarse y aún quedan más de la mitad. Qué forma de tirar el dinero y de no ayudar a casi nadie que lo necesite y que lo merezca.

Además de un Banco de Alimentos haría falta también un Banco de Criterio con oficinas abiertas en gobiernos, ong, iglesias...

1 comentario:

  1. Supongo que habrás repartido unos kilitos entre tus vecinos.

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