miércoles, 10 de febrero de 2010

> Un Giacometti

Un señor, una señora o algo ha comprado una escultura de Giacometti por setenta y cuatro millones de euros. Lo que es seguro es que quien la ha comprado no se quitará del champán ni del caviar por este gasto, por lo que debemos suponer que tiene más, muchísimo más dinero. También debemos suponer que quien se gasta setenta y cuatro millones tiene diversificado su patrimonio y no sólo decora su casa o su museo con esta escultura, sino que seguro tiene otras, quizá no tan caras, pero otras.

¿Dónde pondrá este señor, señora o algo esta escultura? Es un problema no menor, porque los que no entendemos colgaríamos sin dudar nuestro abrigo de ella nada más entrar por el recibidor. En el centro del salón, tampoco, porque es tan cateto como tener una televisión allí, y no es cuestión de gastarse setenta y cuatro millones, por muchos más que se tengan, para quedar como un cateto. Lo mejor sin duda es hacer como dicen de la mujer de Jacques Hachuel, que tuvo durante meses un Goya en el suelo del baño porque no sabía dónde ponerlo. Yo le diría a las visitas que fueran a ese baño, que el otro estaba ocupado, y me complacería en ver sus caras de sumisión después de hacer un pis.

Lo de menos, como ven, es la escultura o el arte. La noticia es el precio, el poder, la subasta, la envidia.


Referencia:
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Dinero/poder/amor/arte/elpepucul/20100205elpepicul_4/Tes

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