jueves, 18 de agosto de 2022

> YT

 

Me he aficionado a ver vídeos en Youtube. Entiendo que debe ser difícil no sucumbir a la presión de destacar en ese piélago de realizaciones, pero todo se va andando, con regresiones.

 

En un principio fue el caos, y no había (casi) nada que se pudiera ver sin rubor; entonces algunos pioneros fueron subiendo contenido y el público vio que estaba muy bien esto que se había hecho. Me sorprendieron el altruismo y la imaginación que uno se puede esforzar en conseguir por la efímera inmortalidad de unos likes. Pero si alguien quería destacar, tenía que hacer necesariamente el tonto, poner caras y muecas fingidas y hablar a voces (los españoles). Luego se subieron conferencias de instituciones patrocinadas por bancos, fragmentos de programas de televisión, opiniones de expertos en busca de reconocimiento y popularidad. Los gritos bajaron de volumen (los españoles) y las muecas se redujeron o se confinaron al público infantil y juvenil.

 

Como no es propio del ser humano la perfección, proliferaron los que sin poner gestos estúpidos ni gritar, se ceñían a ridiculizar a los que no son de su cuerda y los mostraban precisamente poniendo caras y muecas tomadas en un mal momento del personaje. Eso era (es) un valor argumentativo de sus vídeos, que no era exponer una opinión sino ridiculizar al otro (ad hominem).

 

Cuando alguien se desliza por ese tobogán simplón, desconecto, pero ahí quedan esos iconos y pasquines con caras desencajadas, sonrisas histéricas o peluquines al viento para que los haters encuentren su pienso diario.

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