jueves, 20 de febrero de 2014

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Por una suerte de magia simpática las personas intentan recuperar o lograr la prosperidad imitando sus efectos concretos: grandes cenas, buenos trajes y coches… Y, contra toda creencia racional, sí que funciona.

Hemos visto estos días en periódicos imágenes de personas hechas a sí mismas, de baja extracción social, que gracias a gastarse el dinero que no tenían en aparentar que sí lo tenían, y de sobra, llegaron a tenerlo como deseaban. Luego ya estaban en la lista de los socios del club y sólo tenían que dejarse llevar y engrasar apenas la maquinaria en los cumpleaños, bodas y en la navidad de la gente que importa.

Algunos dirán de qué les ha servido, ya que ahora están sometidos a investigación: quiá, no les pasará nada, ¿no ven lo tranquilos que están y cómo sonríen enseñando los dientes?

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