sábado, 25 de junio de 2011

> Muertos

Desde hace un tiempo me intereso por rastrear a mis antepasados, por simple curiosidad. He conseguido remontarme varios siglos atrás ayudado unas veces por el trabajo y otras por la suerte. Mis ancestros han vivido en varias ciudades y han tenido diversas ocupaciones (jornaleros, militares, comerciantes), pero todos ellos con el paso del tiempo han adquirido una cualidad común: se han muerto para siempre. Ninguno de ellos fue famoso, y de ellos sólo queda hoy, tras una larga consulta de libros parroquiales y padrones, apenas un nombre, unas fechas y un lugar. De lo que pensaron y vivieron no queda ni rastro, y sin embargo fueron personas como usted y como yo.

Pero no hace falta remontarse siglos atrás. De mi propio padre nadie se acordará cuando yo haya muerto, será a todos los efectos como si no hubiera vivido. Y lo mismo me ocurrirá a mí. Es desoladoramente obvio y certero, no hay forma de evitarlo. Es un dolor presente saber que estamos perdidos de antemano, porque tras nuestra muerte eso no nos importará lo más mínimo, porque no quedará ni el recuerdo. Nuestro primer beso, el segundo desengaño y el sabor del caliche aún existen porque están en nuestra memoria, pero están condenados a disolverse en polvo, ni tan siquiera en polvo enamorado.

Todos conocemos esta historia, y de tan evidente resulta ingenua. La moraleja puede ser la escena de los retratos de "El club de los poetas muertos", pero ésa también es ingenua y ya nos la sabemos. Lo peor no es el resultado, sino que no tiene remedio.

3 comentarios:

  1. Este tema creo que ya hace un tiempo me animó a poner mi primer comentario. Veo que sigues con ese punto melancólico, esa tendencia a preocuparte por lo inexistente:

    ...Esa desolación obvia, certera, inevitable, ese dolor presente...

    Todos esos sentimientos son solo tristeza endógena y prescindible, esas preocupaciones son por nada, los recuerdos no son realidades, solo impresiones aproximadas: la misma persona o el mismo hecho son distintos en la memoria de distintas personas. Una misma foto familiar evoca distintos significados para cada una de las personas que la ven. Nada de lo que recuerdas puedes asegurar que sea cierto. Esas personas ¿eran realmente como las recuerdas?

    La vida es el presente, lo demás es ficción. La capacidad de recordar solo es una adaptación biológica para facilitar el éxito en el presente y la supervivencia en el futuro inmediato.
    Preocuparse por el pasado no tiene ningún sentido; preocuparse por la perduración de los recuerdos es una variante de lo mismo.
    Es cierto que en algunas personas se da un curioso interés por la trascendencia, probablemente por un concepto acentuado de la individualidad y de la irrepetibilidad de la existencia, la cuales deberían por ello ser conservadas como si fueran ejemplares de museo. Sin embargo lo cierto es que somos una especie social y gregaria cuyos individuos y actos son ínfimas variaciones de lo mismo. Cuando observes un hormiguero piensa que la diferencia entre dos hormigas es casi la misma que hay entre tu y yo.
    Creo en la trascendencia, pero colectiva, cada uno aportamos una pequeña parte. Cualquier gran personaje de la historia, ¿acaso sería recordado si no fuera gracias a cada soldado que luchó, a cada cocinero que lo alimentó, a cada médico que lo curó...? No recordamos a los secundarios, ¿y acaso recordamos al gran personaje tal como era?

    Preocupémonos por los vivos, empezando por nosotros mismos, y dejemos a los muertos que descansen en paz, recuerdos incluídos.

    Para ilustrar, te cuento una historieta personal:
    Hasta no hace mucho, estuve unos años trabajando en la población de orígen de mi apellido. Éste no es muy frecuente y sigue concentrado en aquella zona, y ya que el azar laboral me había llevado por allí, aproveché para indagar sobre mi linaje. La población es grande, con larga historia y con tradición de buena actividad cultural, así que fue fácil encontrar referencias hasta el siglo XIV. Sin embargo, pronto se me pasaron las ganas de profundizar mucho. Mi más ilustre antepasado hizo gran fortuna en el comercio y la navegación oceánica del S.XVIII: fue un famoso traficante de esclavos.
    (Corramos un tupido velo y dejemos que su memoria caiga en el olvido...)



    Carpe diem, hombre!
    Incluso yo que soy de ciencias me atrevo hoy con un latinajo...

    ResponderEliminar
  2. Sin duda es todo un lujo contar con lectores como tú. Sin embargo creo que hablamos de cosas distintas, aunque quizá paralelas. Estoy de acuerdo en todo lo que dices, pero yo hablaba de otra cosa, de un 'miedo existencial'. Y respecto a lo del presente, sí, pero nadie actúa así: siendo niños nos preparamos para ser adultos productivos, cuando llegamos nos preparamos para ser viejecitos autosuficientes... Salvo islotes aislados, no solemos vivir para el presente.

    Y por último: ¡somos almas gemelas! Aunque aún estoy por confirmarlo todo apunta a que también tengo antepasados esclavistas. Pero no juzguemos con ideas de hoy lo de hace trescientos años. En cualquier caso mi apellido se redimió: mi bisabuelo estuvo en Cuba luchando contra los traficantes de esclavos.

    Un saludo y gracias por el comentario.

    ResponderEliminar
  3. Curioso, una entrada titulada "muertos", el tema del recuerdo más allá de la muerte... y voy yo y aparezco por aquí cuando este post ya ha pasado al panteón de "entradas antiguas". Muy adecuado.

    Interesante lo de los antepasados esclavistas, pero tanto como almas gemelas... oye, que negreros fueron los antepasados, no nosotros! Parece ser que en el S.XVIII hubo en España centenares de barcos dedicados a esa actividad, o sea que por si te sirve de consuelo debe haber muchos miles de españoles descendientes de capitanes y oficiales con tan "negro" pasado. Y digo lo del consuelo porque parece que te avergüenza un poco. A mi nada, en perspectiva histórica el tràfico de esclavos era una actividad tan digna como otras de aquel tiempo. Veremos qué dicen en el futuro de nuestros banqueros, especuladores inmobiliarios o tertulianos de telebasura.

    Y aunque un antepasado hizo fortuna así, tonto sería si me quedara la vergüenza pero no el patrimonio, pues mi padre era de la clase obrera más humilde del lugar. No como otros ilustres apellidos actuales cuyo patrimonio es bien conocido que viene de ese pasado, cosa que no parece enojarles demasiado. Dígamos p.ej., un eurodiputado catalán del PP, con peculiar voz y aspecto vampírico, habitual de las tertúlias mas fachas (el desprecio que muestra hacia el género humano seguramente le capacitaría para continuar dedicándose al tràfico de esclavos).

    Un saludo, ya ves, las vacaciones son un buen momento para visitar a los antiguos amigos y así "mantener vivo el recuerdo"
    ;-)

    ResponderEliminar