jueves, 12 de agosto de 2010

> Nápoles 1989 (II)

Nápoles tiene sus monumentos y sus visitas recomendadas. El Museo Arqueológico merece la pena sobre todo por las pinturas y mosaicos de las vecinas ciudades romanas y por la importante colección de escultura. La Cartuja de San Martino muestra la historia del reino de Nápoles, y es famosa por sus jardines y por la maravillosa vista que desde sus alturas se tiene de toda la bahía. Los aficionados a la pintura no pasarán por alto una visita a la Galería Nacional de Capodimonte para admirar a Caravaggio, Ticiano o Brueghel el Viejo. También se puede dedicar una tarde a dar un paseo por el puerto y ver el Castel Nuovo (s. XIII) con un interesante arco triunfal que representa a Alfonso I de Nápoles (Alfonso V de Aragón) entrando en la ciudad en 1443. Junto al Castillo se encuentran el Palacio Real (s. XVII) y el Teatro de San Carlos (s. XVIII), el más famoso de Italia después de la Scala de Milán. Siguiendo con el paseo podemos visitar el sólido e imponente Castel dell'Ovo (Castillo del Huevo, s. XII) que arropa lo que fue un precioso puertecito de pescadores, el Borgo Marinaro, y que aún conserva parte de su delicia.

Pero si ver los típicos monumentos y museos está bien, no lo está menos sumergirse por unas horas en el Nápoles profundo. Por ejemplo el barrio de la Spacca, ése que todas las guías recomiendan visitar de día, siguiendo la ruta trazada, sin hacer fotos y vistiendo lo más discretamente posible. No es para menos. El neorrealismo italiano aparece en calles estrechas y sospechosas, semillero del lumpen napolitano, plagado de pequeñas iglesias recargadas y sucísimas con jóvenes traspuestos en cualquier rincón: es la imagen típica que de Nápoles tienen en el norte de Italia y la responsable de la fama de ciudad delincuente y peligrosa con la que previenen a los visitantes que se dirigen hacia el mezzogiorno. Como siempre, lo más interesante es lo que no suelen ver los turistas.

Y ya que estamos en Nápoles, ¿quién se resiste a embarcar y visitar las islas de Capri o Ischia? Capri, pese a estar a dos horas en barco de Nápoles, es su antítesis, una isla bonita, clara y limpia, salpicada de chalets de lujo como los que pueda haber en la Riviera. Una de las típicas visitas de la isla es la Grotta Azzurra. Desde el puerto de Marina Grande te llevan en lancha durante media hora hasta la boca de la cueva, que se encuentra en un acantilado al nivel del mar. En la entrada, previo pago de una cantidad poco razonable, te trasbordan rápido a unos botes en los que caben justo tres personas y ¡¡cuidado con la cabeza!! te cuelan dentro de la gruta en total oscuridad. El mérito está en que casi la única entrada de luz es la reflejada por el azul turquesa de las aguas; muy bonito, pero apenas un minuto y ¡¡cuidado con la cabeza!! ya estás otra vez fuera y pidiéndote el barquero la propina. Desde Marina Grande se puede subir hasta el pueblo de Capri en funicular y disfrutar de un agradable paseo por sus calles estrechas para después ir a Villa Jovis, la residencia del emperador Tiberio, situada sobre un acantilado al este de la isla y desde donde se divisa una espléndida vista de toda la bahía de Nápoles. Los naturales cuentan con cierto gusto las célebres orgías que el emperador organizaba en su residencia y los despeñamientos que prodigaba entre sus oponentes, que no debieron ser pocos.

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