No recuerdo a qué político le escuché la frase de que España tiene una democracia asentada. ¿Se parece España a Francia, al Reino Unido, a Dinamarca, a Estados Unidos? Los españoles, cuando estamos en el extranjero (si es que estamos, que eso ya es novedad) solemos estar arrugados y pensamos que en inferioridad de condiciones. Sólo nos falta la boina apretada contra el pecho. (Cuando hablo de “extranjero” me refiero al primer mundo; en el segundo y tercer mundo sí nos sentimos cómodos).
Cuando un español tiene dinero, manda a sus hijos a estudiar al extranjero, se compra un coche de importación y bebe vino y queso francés. La mayor empresa de distribución española se llama El Corte Inglés. Un alemán, un inglés o un francés por el hecho de serlo, ya son alguien en España (así los consideramos). Las clases medias sueñan con llevar a sus hijos al Liceo Francés, al Colegio Inglés o a la Escuela Alemana (no conozco que existan la Escuela Portuguesa o Griega, pero sí la Sueca)… En fin, que lo extranjero del norte siempre es mejor. Su prosperidad parece una consecuencia lógica de su evolución histórica, mientras que aquí (y en otros países) es más bien lo que hay porque es lo que tiene que haber. Por eso el sentimiento de inferioridad, porque somos unos recién llegados y vemos instintivamente las diferencias, y aunque la democracia por sí sola no garantiza nada, la idea de que los ciudadanos son los dueños del cortijo y pueden exigir contribuye mucho a que uno se levante por las mañanas con ganas de hacerlo bien y confíe que éste es el único camino para llegar a alguna parte que merezca la pena llegar. Y además da mucha confianza en sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario