Como tengo un atisbo masoquista, leo de vez en cuando el blog de Pío Moa, y encontré una afirmación con la que estoy de acuerdo, pero sólo una entre toneladas de opiniones impresentables.
Criticaba este articulista a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, por cambiarle el nombre a la Pasarela Cibeles por Cibeles Fashion Week. No es broma. Supongo que se le quiere dar un aire más internacional, más de altos vuelos. El casticismo ya no vende, y si además se pone un título en inglés sin duda el acontecimiento parece más importante (si no, que se lo pregunten a los consultores). A mí me parece triste, tanto por la claudicación como por lo cateto que me resulta.
Cuando viajamos, ya sea por motivos personales o profesionales, buscamos la diferencia. Si no fuera porque soñamos con ella, nos quedaríamos cómodamente en casa. Los ingleses vienen a España buscando el sol y la cerveza, los italianos la juerga, algunas industrias el precio. Ahora cuando vengan se encontrarán el mismo cartel que en su casa, el mismo idioma, las mismas modelos. Con el tiempo los modistos se cambiarán el nombre si quieren vender algo, porque un Paco pinta tan poco en una Fashion Week como una bailarina del vientre en Helsinki. En el mejor de los casos seremos un exotismo de vitrina, como esa chata reproducción de la torre Eiffel que hay en el centro de Las Vegas.
¡Ay, Francia!
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