Aquellos lectores curiosos que hayan leído otros artículos de este blog recordarán varias referencias al blog del emprendedor hispano-argentino Martín Varsavsky. Casi siempre son referencias críticas, de desacuerdo, y yo mismo me sorprendo leyéndole y escribiendo sobre él.
Me atrae su dinamismo, su soltura, su dejadez en el hablar, su relación de tú a tú con los grandes creadores del momento, su poder escribir “Ayer estuve en Dakota en casa de mi buen amigo Jeff Clifford”. Además, un día está en Dakota con Jeff, otro en vuelo para Japón y tres días después navegando con sus dos barcos (sí: navega con dos barcos a la vez) entre Baleares y Córcega. Y no pide perdón por ser rico: de hecho, cuando enseña alguna de sus casas o sus barcos, invita a los envidiosos a no continuar en el blog, por su propio bien. ¿Cómo no haber amado sus grandes ojos grises? Pero no me corresponde estar en su piel. Yo no quiero estar junto a él, ni loco, sino estar yo en su lugar (dejemos para otro día si le deseo a él que esté en mi lugar).
Y como la envidia lo enmohece todo, no me queda más que leer su blog y estar en desacuerdo con algunas de las cosas que dice pero que de vez en cuando me atraen (he dicho de vez en cuando). Con Pío Moa, por ejemplo, no tengo ninguno de estos problemas, sólo es morbo.
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