Este postulado dice que a igualdad de condiciones, escojamos la explicación más simple. Parece muy razonable, elegante y de (gran) ayuda. Pero me temo que es sólo una ilusión.
En filosofía y física, donde se ha hecho un uso masivo de este principio, se han establecido incluso “anti-navajas” (como la de Einstein: “Simple, pero no más simple”). Y es que resulta algo de perogrullo: ¿quién prefiere algo complejo a algo simple? Sólo si el esfuerzo está justificado por la calidad, pero ya que el propio principio establece que “a igualdad de condiciones”, no puede ser ésta la razón. Además, la navaja sólo nos sirve cuando tenemos dos explicaciones en grado de igualdad, lo que no es muy habitual pero sí muy subjetivo. En este estado la navaja es sólo un cuento bonito y fácil para oír en una teleserie, incluso una justificación (más) para la molicie.
Siempre ando buscando el principio a partir del cual reformaré mi vida y conoceré la verdad. Occam no pretendía llegar a tanto, pero contribuyó con poco. Alguien dijo que la herramienta que mejor funciona, la guadaña, por fortuna nunca ha sido descrita por ningún filósofo: tampoco hay que tomárselo así.
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