Son pocas las personas que critican a los EE.UU. como un todo. Son más los que los alaban, pero acto seguido critican ácidamente a los contrarios como para disculparse (no hay mejor defensa que un buen ataque). Sí, creo que en España hay un cierto gusto antinorteamericano. No sé si viene de la paliza que nos dieron en el 98 o de la envidia que tradicionalmente sentimos hacia el primero de la clase, pero decir que uno está a favor de los EE.UU. exige a continuación una explicación acelerada.
A mí me gusta casi todo de los EE.UU., pero si fuera norteamericano. Como no lo soy, no puedo dejar de recelar de su arrogancia, de su política exterior, de su hipocresía. Sin embargo, pese a no ser norteamericano, ¿cómo no sentir admiración por su cine, su música, su literatura, su confianza en sí mismos? Hace unos años estuve de viaje por la costa este, apenas unos diez días, y estando allí mi admiración creció. La gente es tan amable como en Irán (sí, han leído bien), todo tiende hacia el orden como en Alemania, tienen en tan alta estima su país como Colombia (pero sin su desánimo): parece el ideal de país para tener niños y creer en el futuro.
Una parte de la derecha actual retrata a los EE.UU. como el valedor necesario, imprescindible, de la prosperidad y de la seguridad europeas, y en esto creo que tienen razón. Los europeos atienden a intereses no sólo nacionales, sino con frecuencia de amistad y de inconfesables amores; todo está demasiado entretejido y exige largas discusiones y consensos para llegar no demasiado lejos. Los políticos europeos suelen ser burócratas tremendamente ineficientes (y cuando han sido eficientes son aún peor).
En estos días pasados Rusia ha invadido una parte de Georgia. El presidente francés asumió un papel que le gusta y, en calidad de presidente de turno de la Unión Europea, en seguida fue a ver a Medvedev para lograr un alto el fuego y un respeto al statu quo. Medvedev todavía se tiene que estar riendo, porque hizo lo contrario de lo que Sarkozy anunció que había conseguido. Tuvo que venir Condoleeza Rice a decir cuatro frases para que los rusos empezaran a retirar sus tanques. La Unión Europea actuaba por ideas, y los rusos sabían que no iban a hacer nada; los EE.UU. actuaban por intereses, y los rusos sabían que viven de eso, y llamaron a retreta. Es lo que tiene tener las ideas claras por ambas partes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario