Vivimos en un mundo cada vez más próximo por los medios de comunicación y el avance en los transportes (en cualquier caso es una proximidad asimétrica, porque sólo lo es para los que tienen recursos, que además sólo se acercan a donde quieren, no a donde pueden o deberían).
Sin embargo estamos cada vez más lejos de los otros. Mis hijos han aprendido a hablar y cuando salimos a la calle dicen “¡hola!” a todo el mundo, y pocos responden (¿por malhumor, por timidez?).
Los que pueden escoger la educación de los hijos no se preocupan en primera instancia por la calidad de los estudios, sino por los contactos y el status que tal o cual colegio puedan darle a sus hijos. Conozco varios casos que lo reconocen sin rubor, como un hecho inexorable.
No se suele salir a la calle, se sale a “algo”: a comprar, al cine, a un restaurante. Cuando yo era niño (¡ay!) todo el mundo salía por las tardes a pasear.
Antes bastaba con que uno de los progenitores (el hombre) trabajara para mantener la casa. Hoy hacen falta dos sueldos (y no para derroches: para eso está el dinero de los abuelos, que además tienen que criar a los nietos).
Los ayuntamientos se lanzan a rentabilizar el espacio público construyendo aparcamientos de pago (hace veinte años casi no existían). También se han apuntado a esta moda las catedrales y otros lugares religiosos, vacíos de devotos pero medio llenos de turistas. Cada vez hay menos cosas gratuitas, y las que lo son quieren cobrárselo en votos.
Apenas conozco familias que beban agua del grifo. Casi todos compran agua embotellada, y ni se plantean exigir que el servicio público de agua sea de calidad.
Nos dicen que es bueno e imprescindible para la salud consumir fruta, pero ésta es casi más cara que la carne. Y como parece que pelar una manzana es tedioso y desagradable ya venden frascos de vivos colores con una manzana dentro pelada y troceada a cinco veces el precio que tiene en fresco.
Las cosas por su parte se han reducido de tamaño, aunque seguimos pagando lo mismo o más por la misma palabra: el coche, las vacaciones, la vivienda… Supongo que es una forma de controlar la inflación.
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