La ley o principio de Pareto es uno de los pocos (no así la navaja de Occam o el principio de Hanlon) que tiene escasos detractores. Es claro, sencillo e instintivamente se adapta a nuestra experiencia personal y a casi todos los ámbitos de la vida con un toque de cientifismo reconfortante. El nombre se lo debemos a su descubridor, Vilfredo Federico Dámaso Pareto, un agudo observador italiano que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX.
Una buena descripción me parece aquella que define el principio como “pocos vitales, muchos triviales”, aunque es más popular porque es más gráfica aquélla que lo resume como el principio del 80/20. Algunos ejemplos:
- Invertimos el 20% del esfuerzo para conseguir el 80% del trabajo por hacer. El 20% restante (los ‘detalles’) nos exigen el 80% del esfuerzo.
- El 80% de los días nos ponemos el 20% de la ropa. ¿Merece la pena gastarse mucho dinero para el 80% de la ropa que nos ponemos de tarde en tarde?
- El 80% de la población tiene el 20% de algo valioso (dinero, poder, influencia, etc). El 20% de la población desfruta del 80% restante de una forma cómoda.
- El 80% de las cosas están hechas con el 20% de los materiales.
- El 20% de nuestos clientes nos aportan el 80% de nuestras ganancias. Por si acaso, no renunciemos al restante 80% ni aunque sean muy pesados.
Como ya he empledo el 20% del esfuerzo en escribir lo de más arriba, no voy a invertir un 80% más para ampliar esta información que es suficiente. Sólo añadir que con poco entrenamiento y algo de observación, verán este principio a la vuelta de cada esquina. Y si se lo pueden permitir, sólo con el 20% de su esfuerzo vivirán casi igual de bien o mal.
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