Le doy mucha importancia al azar. Descubrí a Auster no sé por qué ni cómo hará cosa de un año. Lo primero que leí de él fue “La invención de la soledad”, y me pareció un libro inmejorable, de esos que a uno le gustaría no acabar nunca. A éste siguieron “El libro de las ilusiones”, “El país de las última cosas” y “Creía que mi padre era Dios” (una selección de textos ajenos que enviaron oyentes de un programa de radio en el que Auster participaba).
Cuando escribo que le doy mucha importancia al azar, respecto de Auster significa que si en vez de haber leído en primer lugar “La invención de la soledad”, del que no tenía ninguna noticia ni referencia, hubiera leído “A salto de mata” lo más seguro es que no hubiera continuado con ningún otro. No es que el libro esté mal en algún aspecto, que sea aburrido o recalcitrante: no; pero no destaca por nada en concreto. Así, habiendo leído primero lo que leí, Paul Auster ha ganado un lector de otros libros suyos quizá menos interesantes que el primero. El azar le ha favorecido a él no menos que a mí.
“A salto de mata” es una biografía breve y ligera en primera persona de los años de juventud del autor. Como todos los que luego hacen cosas importantes y son conocidos (y como los que no hacen nada destacado y mueren en el anonimato) Auster vivió la bohemia de París, trabajó en un carguero y nunca tenía un dólar. Todo esto bien descrito e hilado, pero poco más que una relación de “cosas que han pasado”, y además con un final apresurado. No es un libro que emocione.
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