No me gustaba ‘Camera café’. Me parecía una serie ramplona por el contenido y vaga por la realización (por lo de la cámara fija). Nunca la veía. Pero cuando empezaron a poner después CSI Las Vegas me tragaba los finales, y poco a poco éstos se fueron ampliando hasta casi el inicio. Como ven, soy de gustos simples, porque hay que ser simple para apreciar la altanería sin fisuras de Victoria, la caradura del comercial o el canalillo de la rubia. Y eso que son buenos actores que interpretan bien algo muy flojo.
Hace unos días, además, uno de los diálogos explicaba de pasada qué clase de personas se habían colado de ‘okupas’ en la furgoneta de la empresa: un inmigrante, una alcohólica, una madre soltera y un chico con depresión. Vale que es un programa de humor, vale que nadie puede tomarse en serio esto ni considerar inferiores a personas como éstas, pero igual oírlo tantas veces en diferentes bocas y que encima se suponga que tiene que hacer gracia (millones de moscas no pueden estar equivocadas) contribuye a forjar la opinión de que personas como éstas son efectivamente inferiores y risibles, porque como todo el mundo dice los inmigrantes son delincuentes, los alcohólicos viciosos, las madres solteras putas y, en fin, los depresivos cuentistas.
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