Con bastante frecuencia sigo la información económica en un periódico digital. Desde primera hora de la mañana van actualizando noticias y comentarios, y así durante todo el día. A las seis las nuevas noticias empiezan a escasear, porque los mercados europeos ya han cerrado y Japón todavía no ha abierto. Sin embargo, aún hay alguien que añade algo de cómo va el dinero en los Estados Unidos. A las diez y media, hora española, cierra Wall Street, y ya no espero encontrar ninguna novedad en este periódico. Sin embargo muchas veces hay noticias que se publican a las once o a las doce de la noche, y no son noticias urgentes ni importantes que justificarían que el redactor se quedara hasta tan tarde para hacerlas llegar al público. No, son noticias del tipo ‘Mañana sabremos quién ha ganado las elecciones’ o ‘La producción de acero cae por segundo trimestre consecutivo’.
Me imagino la sala de redacción vacía, los salvapantallas activados y las señoras de la limpieza haciendo la ronda. Un redactor solitario trabajando hasta tarde para escribir eso. Cuando salga tendrá que caminar un buen rato para coger el coche (no tiene aparcamiento en la empresa) o cogerá durante una hora uno de los últimos metros. ¿Cómo se sentirá esta persona cuando llegue muy tarde a su casa de las afueras y sus hijos ya lleven horas dormidos? ¿qué le dirá a su mujer después de un beso? Aunque no soy periodista, he trabajado en circunstancias parecidas como para preguntarse qué hace uno allí aparte del tonto.
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