Hace unos días fui a la comisaría de policía para renovar mi DNI. No estuve mucho rato, apenas una hora, pero en tan poco tiempo pude ver a cuatro jóvenes que rondaban los veinte años acompañados de sus madres. Vestían ropa de marca y parecían los cuatro recién duchados. Su madre era la que hablaba con la funcionaria que los atendía, pero quien ponía la huella dactilar en el escáner era el hijo.
Luego fui a un hipermercado Carrefour, y observé en poco rato a dos niños de unos cuatro años que aún iban en carrito de paseo con sus madres.
Hace unos meses tuve un accidente de coche y el muchacho que conducía la moto, de unos veinte años, tuvo que ir acompañado de su novia (que era “la que entendía de letras”) para que le leyera los papeles que debía firmar (el parte amistoso de accidentes).
Tomado de Plutarco, Vidas paralelas: Alejandro, 9, 1-2.(Traducción de Emilio Crespo):
“En la época de la campaña de Filipo contra Bizancio, Alejandro tenía dieciséis años, y habiendo quedado en Macedonia como depositario del poder y del sello real, subyugó a los medos que se habían sublevado y tomó su ciudad, expulsó a los bárbaros y repoblándola con gentes de procedencia diversa le dio el nombre de Alejandrópolis. Tomó parte personalmente en la batalla de Queronea contra los griegos, y se dice que fue el primero que se arrojó contra el batallón sagrado de los beocios”.
Vale que fuera Alejandro Magno, pero ni calvo ni con tres pelucas.
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